Ellos uno, yo quince

Hace un ratito he publicado un apunte sobre el "epidérmico sentido de lo que es una democracia" para algunos gobernantes. Lo entrecomillado lo firma Joaquín Robledo, un amigo que por timidez no ha puesto este artículo que va a continuación en los comentarios. Como expresa mucho mejor que yo lo que os quería contar hace un rato, no me privo de ponerlo aquí:

El Partido Popular está inserto en una campaña contra la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Si, más allá de atizar al gobierno con cuanto medie, no encontrábamos razón alguna para tal campaña, el Alcalde de Valladolid ha venido a poner un poco de luz en el asunto. Se oponen a ella por que no la aprobarían, por que no sabrían explicar a sus vástagos las dudas que éstos tuvieran al regresar del colegio.

Veamos. Ante la sentencia del Tribunal Superior de Justicia que ratifica la ilegalidad de las actuaciones llevadas a cabo en la Plaza de Portugalete se ha despachado, refiriéndose a Izquierda Unida-Los Verdes, con un: "ellos uno, yo quince". Cualquier alumno de primaria que
estudie un curso de la mentada asignatura sabrá que las leyes atañen a todos los ciudadanos, que los que gobiernan son los primeros en tener que someterse a su dictado y que la sentencia de un tribunal no la redacta el denunciante.

Los de secundaria comprenderán que las mayorías dan capacidad de gobierno pero no otorgan derecho de pernada y que actuar al margen de la ley a sabiendas es un delito que se denomina
prevaricación. Los de bachillerato entenderán que un sistema democrático es aquel en el que existen unos principios elementales sobre los que se asienta la convivencia y que los gobernantes han de respetar más allá de sus deseos; sabrán captar los sutiles matices de un sistema que debe conjugar el gobierno de la mayoría con el respeto a las minorías.

El alcalde, instruido en aquella Formación del Espíritu Nacional, conoce sólo los aspectos más periféricos de un sistema democrático. No los ha interiorizado. Sus palabras le delatan. Sus quince concejales le garantizan la mayoría en cuanta votación se realice en el Ayuntamiento pero no le permite actuar al margen de la ley. Nuestro uno podrá estar en desacuerdo con las decisiones del alcalde pero, si éstas se atuvieran al marco legal, sólo podría decirlo. Sin embargo, cuando los quince votan actuaciones ilegales, el uno tiene la fuerza que da la sentencia de un tribunal. Esa sentencia que le desata la bilis, con ella la lengua y nos muestra, desnudo, su epidérmico sentido de lo que es una democracia.

Y lo que es más importante para las gentes de Valladolid: la plaza de Portugalete continua hecha unos zorros por una simple razón: la sinrazón de los simples, la tozudez. Tiene la solución en la mano pero no la pone en práctica -reconocer un error es una propio de valientes- por que entre Valladolid y él simpre se elige. Si decide cumplir la ley y comienza los trámites para que el aparcamiento de la emblemática plaza pase a ser para residentes, ese uno del que se mofa, no tendrá reparo alguno y le aplaudirá públicamente, siquiera por una vez. Además nos ahorraríamos la realización de otro agujero bajo la iglesia de Santa María de la Antigua.

Coda: El uno al que se refiere no lo es tanto. Es simplemente el representante de muchas personas y su ingente labor es posible debido a que hay bastantes personas trabajando al alimón con él. Personas que se sienten satisfechas de poder oír una voz distinta de la que se pretende única. Personas que se sienten orgullosas de dejar parte de su tiempo, de su esfuerzo y de su capacidad para que Valladolid sea una ciudad cada vez más abierta y comprometida.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Bravo