Unidas Podemos y el deseo frustrado

Empecé a escribir esto sin terminar de salir de cierto shock. Haber podido dormir solo 5 horas no ayudó y tuve que rematar la faena hoy martes. El domingo hubo que esperar hasta tarde a que la prensa terminara de hacer su trabajo y rematar la recogida del local donde seguimos los resultados de Unidas Podemos. En silencio, con la misma sensación ya vivida, de no haber visto venir un mazazo. De modo que estas líneas no pueden ser un análisis exhaustivo de datos ni una explicación absolutamente rigurosa de lo sucedido. Son solo un ejercicio para tratar de poner orden en mi cabeza y, quizás, ayudar a alguien más a ordenar la suya.

En las últimas semanas muchas personas de otros territorios me preguntaban qué sensaciones teníamos en la campaña de Unidas Podemos en Castilla y León. Y siempre empezaba mi respuesta recordando (y recordándome, porque suelo pecar de optimista) que las campañas son una burbuja. Vas a toda prisa, celebras reuniones y actos en los que habitualmente todas las reacciones que recibes son positivas. Las sensaciones siempre suelen ser buenas, porque hay un sector de gente en tu entorno que se activa, se reilusiona, le presta más interés a la política y te da ánimos. Pero es fácil que sea un espejismo. 

El espejismo, una vez más, se ha visto reforzado por unas encuestas que marcaban una tendencia ascendente para Unidas Podemos. En el momento de la convocatoria electoral estaba en el filo de entrar o no a las Cortes, pero para principios de febrero prácticamente ninguna encuestadora ponía en duda que lograría 3 escaños. Algo que estaba al alcance de la mano si IU y Podemos conseguían que un 80 o 90% de sus votantes de 2019 (un modesto 7,3%) confiaran en la coalición. Es verdad que no siempre se suma mecánicamente, pero también es verdad que la población de Castilla y León ya había votado a la marca Unidas Podemos. La última vez en noviembre de 2019, donde sumó un 9,4%, casi el doble que el domingo. No era ninguna locura pensar que en unas elecciones que han acabado teniendo un claro ambiente estatal UP pudiera fidelizar a buena parte de esos votos de hace poco más de 2 años. Sin embargo, se ha quedado en un exiguo 5%. Nuestro suelo podría estar mucho más bajo de lo que creíamos.

¿Qué ha podido pasar para que no viéramos venir tan malos resultados? Me resulta inevitable rememorar junio de 2016, cuando incluso las encuestas a pie de urna daban a UP casi 100 escaños, por delante del PSOE, que quedaron lejos en el recuento. Reflexioné entonces sobre los motivos para que las encuestas fallaran y sobre nuestros propios fallos. Lo acabo de releer y me entristece ver que casi todo sigue vigente y agravado. Pero creo que hay una oportunidad si somos capaces de comprender los factores estructurales que operan en el declive electoral de nuestro espacio político, para ponerles remedio.

  • Comprender el deseo frustrado. Hay una lección que debimos aprender el 26J de 2016, pero no hemos terminado de digerir. El recurso de la épica "outsider" solo se podía jugar una vez. Podemos lo intentó en diciembre de 2015 y a punto estuvo de lograr más votos que el PSOE... Pero quedó a las puertas. Y, al menos por cierta parte de la base social que se ilusionó, aquella proeza electoral, aquel gigantesco éxito, se vivió como una derrota. Algo así como: "si no hemos ganado ahora, ¿cuándo lo haremos?". Ese deseo frustrado aún nos lastra y condiciona nuestras expectativas. Ese halo de marca "ganadora" a la que gusta unirse va disipándose más y más y los discursos épicos que aún adornan la retórica de UP suenan cada vez menos creíbles. Necesitamos un nuevo discurso y relato que, sin dejar de transmitir ilusión, sea más modesto, más ajustado a las posibilidades reales de incidir y transformar la vida de la gente en lo concreto. 
  • Asumir que somos parte del paisaje. Vale, apenas hace 8 años que nació Podemos y 6 Unidas Podemos. Pero ya está absolutamente normalizada su presencia en el panorama político y se la percibe como una fuerza más, no como el fenómeno social que podía revolucionarlo todo. Esto comenzó a ocurrir en los primeros meses de 2016, cuando a Podemos le tocó entrar a participar del mucho menos sexy juego del parlamentarismo. De sus más de 5 millones de votantes de 2015, pronto empezó a perder apoyos tanto por quienes esperaban un apoyo más incondicional al PSOE para cerrar el paso a Rajoy como por quienes no querían que su voto sirviera para poner ministros en un gobierno del PSOE. Inevitable cuando toca mancharse. Y mancharse es bueno, pero da la sensación de que a menudo queremos regresar a un discurso que es poco congruente con nuestra imagen actual. Es difícil combinar la estética y discursos de 2014-2015 con la presencia en el Consejo de Ministros. Y es complicado compaginar la defensa a ultranza del gobierno de coalición con determinados ataques al socio de coalición. No se trata de dejar de hacer lo uno ni lo otro, sino de tener siempre presente que nuestras posiciones deben ser comprensibles por una ciudadanía que hoy sigue la política de una forma muy diferente a hace unos años. 
  • Aprender a hablarle a una ciudadanía hastiada. El gran éxito del "espacio del cambio" en 2014-2016 fue entender bien el estado de ánimo social de aquel momento. Hizo el discurso y el relato adecuado para una sociedad altamente politizada, que a raíz de la crisis y la ola de movilizaciones que protagonizó el 15M tenía esa sensación de haber "despertado". Agradecía que hubiera alguien que dijera "las verdades del barquero", porque sentía que se les habían estado ocultando. Es evidente que el éxito electoral de Podemos y UP se construyó sobre el nuevo sentido común que trajo consigo el 15M. Pero, lógicamente, esto queda cada vez más lejos.  Fuimos capaces de entendernos bien con una sociedad hiperpolitizada, pero ahora no sabemos hacerlo con una sociedad cansada y desmovilizada. La base social que algún día votó Podemos/UP, incluso la que lo sigue haciendo, vive la política con muchísima más distancia y hastío. Ahora toca otro tono, otra forma de conectar, porque si entonces ese tipo de discursos podían movilizar a un 15/20 % de la sociedad, hoy estamos comprobando que llegan a un porcentaje menguante de personas que mantienen el entusiasmo y la identificación ideológica. Yolanda Díaz parece haber encontrado el tono y la forma de hacer política oportunas para llegar más allá, y nadie duda que por ello debe liderar nuestro espacio. Pero eso supone que el resto tendremos que interiorizar y generalizar ese tono y ese discurso, que tenemos que buscar muchas más "yolandas" en todos los territorios. Y para eso, ni Yolanda se basta sola, ni al resto nos basta con confiar en el "efecto Yolanda".
  • Evitar la delgada línea entre lo "outsider" y lo marginal. Ese cambio en el estado de ánimo social que mencionaba provoca que el mismo discurso que hace unos años aglutinaba e incluso llegaba más allá de la gente más politizada hoy se perciba como marginal. Situar en el centro la denuncia del silenciamiento mediático, los bulos, el lawfare y las cloacas es tan correcto en el análisis y justo éticamente como desmotivador para nuestra base social. Presentamos a un enemigo tan enormemente poderoso que refuerza la sensación de deseo frustrado: ¿cómo vamos a poder contra todo eso?. Si cuando estuvimos a punto de ganar y estábamos fuertes nos consiguieron frenar, ¿cómo podemos creer que ahora que estamos más débiles les vamos a ganar el pulso?. Esto provoca que una parte de la base social se refugie melancólicamente en la abstención ("qué bonito pudo ser, pero está claro que es imposible") y otra parte opte por el pragmatismo ("a esta gente no le van a dejar mandar, mejor opto por otros con objetivos más modestos pero más realistas"). Y el efecto que provoca en quienes permanecemos fieles puede ser casi peor: ante los ataques y el injustísimo trato nos abrazamos, nos protegemos, nos reafirmamos en que tenemos razón y nos aislamos. Nos volvemos incapaces de empatizar con el vecino al que, sí, probablemente ha lavado el cerebro la televisión, pero no podemos dar por perdido. Esa empatía del lema "dormíamos, despertamos" nos permitía conectar con el resto, sabernos parte de una sociedad que es víctima de un bombardeo de ideología conservadora, evitar sentirnos moralmente superiores. Urge recuperarla.
  • Poner de una santa vez en segundo plano lo que es secundario. Estoy hablando sobre conclusiones que debió empezar a sacar el espacio de UP en 2016, pero es que 5 años más tarde ese espacio no existía en Castilla y León ni otros lugares. Es muy difícil hacer entender a la ciudadanía que las mismas formaciones que nos mostramos como una sola cosa (diversa, pero unida) dentro de, nada menos, el gobierno del país, aquí hemos tenido que apañar un acuerdo electoral exprés a última hora y de mala manera. En nuestra burbuja, las 5 o 6 semanas de la campaña han supuesto una evolución tremenda en la que gentes de las distintas formaciones, y de ninguna, hemos hecho piña y hemos forjado una identidad compartida, como si lleváramos toda la vida currando en común. Pero eso tarda mucho más en calar hacia fuera, esas 5 o 6 semanas son, eso, apenas 40 días en los que mucha gente casi ni se ha enterado de que había elecciones hasta el último momento. Toca dejarse de zarandajas y decidir de una vez si apostamos o no por un espacio político común, capaz de ensancharse y abrirse; y en caso de que así sea, hacer que enraíce y cobre vida en cada rincón del país, mezclándose y adaptándose a la realidad de cada localidad y sin estar permanentemente condicionado por la lógica centralizada de las organizaciones. Una amiga muy querida y que sabe bien de lo que habla decía que "lo orgánico, lo burocrático, es un freno a todo aquello que brilla con luz propia". Y cada día estoy más de acuerdo.

Todos estos apuntes no son una crítica desde fuera. Yo estaba en la misma habitación con Pablo Fernández, María Sánchez o Juan Gascón siguiendo los resultados del 13F y valorando qué declaraciones hacer. He participado en la coordinación de la campaña y las principales voces de la misma me han pedido consejo y ayudas. Muchos de los fallos que aquí apunto se han repetido en esta campaña y yo no he levantado la voz, en medio de la vorágine que suponen las campañas, para intentar hacerlo de otro modo. Por tanto, de todos los errores que hemos cometido, antes y después del 13F, soy corresponsable. 

No obstante, mi sensación es que el mal resultado obtenido hunde sus raíces bastante más atrás de la campaña, en esa falta de adaptación al cambio de ciclo social,  y probablemente era difícil darle la vuelta en tan poco tiempo. Nuestro error ha estado en no tomarnos un momento para reflexionar y pensar, para planificar un discurso adaptado a la situación concreta, en vez de echar a correr tirando de manual.

Tomemos nota, aprendamos. Lo que toca hacer lo sabemos, lo hemos dicho y lo hemos escrito: yo mismo hablando del ciclo electoral de 2023 que Mañueco nos ha adelantado (en parte, también, sabiendo que nos pillaba con muchos deberes sin hacer). Pero una cosa es que lo sepamos y otra que nos pongamos a ello. Si ha de servir para algo nuestra llorera en Castilla y León es para que no nos refugiemos en ella ni en echar la culpa al empedrado. Por supuesto que hay factores externos que nos condicionan y trabajan en nuestra contra. Pero lo que tenemos a mano cambiar es lo que depende de nuestra voluntad y nuestro trabajo. 

Como decía en este último artículo que acabo de enlazar, "lo que importa es el cuerpo social, esos más de 6 millones que en 2015 votaron a las fuerzas del cambio, esas gentes que pararon sus empresas hace 10 años, esas miles y miles de mujeres que hicieron del movimiento feminista la mayor garantía de un nuevo país. Toda esa gente está ahí: con su mochila de decepciones, hastío o enfado, pero está ahí. La posibilidad de cambiar el país de su mano es real, si nos centramos en lo fundamental."

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Un buen análisis, ahora toca dejar el lamento y ponernos todos a trabajar por 7n proyecto que significa al ser humano.
Unknown ha dicho que…
Quise decir dignifica