La reforma laboral y la "tête de la course"

En el ciclismo se produce una dinámica que no suele verse en otros muchos deportes. Los ciclistas de distintos equipos colaboran entre sí en muchos momentos de la carrera, como cuando el pelotón pedalea contra el viento y van dándose relevos en la cabecera para que el esfuerzo se reparta y cada cierto tiempo puedan descansar y protegerse tras el cuerpo del resto. Pero además de colaboración hay competición, lógicamente. Y, llegado un momento, algunos corredores intentan destacarse del grupo y lograr su propio beneficio, ya sea ganando la etapa o simplemente coronando un puerto o pasando por una meta volante.

No, no os preocupéis, este no ha pasado a ser un blog deportivo. Simplemente la imagen me ha parecido oportuna para entender cómo se relacionan entre sí los partidos del llamado "bloque de investidura". Hay una tensión evidente entre la colaboración y la competición. Y en los momentos decisivos que marcan la legislatura esa tensión se parece más a la que se produce entre un grupo de ciclistas que se han escapado y van en cabeza, a punto de llegar a la meta.

Es fácil recordar (al menos si peináis canas, como yo) alguna de aquellas etapas de Indurain en el Tour en las que conectaban con la "tête de la course", para mostrar al navarro y otro par de rivales dándose relevos para subir un puerto alpino. Colaboraban durante kilómetros, pero según se iban acercando más y más a la meta, veías cómo empezaban a mirarse de reojo y de pronto alguno de ellos pegaba un tirón e intentaba desmarcarse del grupo. Normalmente "Miguelón" apretaba el paso sin levantarse del sillín y lo volvía a alcanzar. Y volvían a colaborar juntos, como si nada, porque así era más llevadera la escalada. Y la operación se repetía varias veces, alternando hasta que alguno lograba coger distancia. O no, y se lo jugaban al sprint.

Las fuerzas del gobierno funcionan de un modo similar. El PSOE ha asumido que, al menos este mandato, necesita a Unidas Podemos. Hizo un intento de desembarazarse de esa compañía incómoda al repetir las elecciones en 2019, pero Pablo, Yolanda, Alberto y compañía pedalearon y frustraron la escapada. Consiguieron convencer a Sánchez de que colaborando subirían mejor ese puerto. A Unidas Podemos también le interesa, claro, aunque a menudo le toque pagar peajes. Sabe que es la única vía para hacer realidad parte de su programa y demostrar que su presencia permite llegar más lejos en materias en las que nunca se había avanzado. Pero, lógicamente, a veces también juega a desmarcarse, a hacer notar su peso específico y su influencia en medidas clave, e intenta que cale la idea de que si llegan hasta aquí con 35 escaños, podrían hacer mucho más con más apoyo electoral. El PSOE, claro, procura apretar el paso y no quedarse atrás y confía en poder apropiarse también los méritos de su socio, sabedor de que es la parte mayoritaria. En esa clave se entienden muchas de las tensiones internas y episodios como el de la desautorización de Calviño a Yolanda Díaz en otoño en las negociaciones de la reforma laboral.

Precisamente la reforma laboral nos está sirviendo para ver cómo ese conflicto entre colaboración y competición se da también con otras formaciones ajenas al gobierno, como las nacionalistas. Hay intereses complementarios que a menudo engrasan el acuerdo: el Gobierno se asegura la mayoría para sacar adelante las principales medidas y ERC, EH Bildu o PNV consiguen algo de distensión (véanse los famosos indultos) y una mirada algo más plural que la de gobiernos anteriores. Básicamente la argamasa es esa: hay un interés común por evitar un gobierno del PP. Y eso permite sacar adelante un montón de normas y medidas, a pesar de que, como es lógico, no todas colmen las expectativas de cada cual al 100%.

Pero hay también competición, claro. Por una parte, porque hay diferencias políticas evidentes. Cuando son de carácter "nacional" el conflicto es más fácil de afrontar: en materias concretas se pueden alcanzar acuerdos en cuanto a financiación, competencias, etc. y en cuestiones más ideológicas sobre la cuestión nacional se da por conocida la discrepancia y se lleva con naturalidad. El problema es mayor cuando las diferencias son sobre otros asuntos de índole social y económica. A menudo esas fuerzas hacen piña con UP para tratar de llevar al PSOE a posiciones más ambiciosas. Pero hay momentos, como este que estamos viviendo, que el choque es directamente con Unidas Podemos.

Y ahí yo diría que están entrando en juego más factores que los puramente políticos o ideológicos. Ojo, no quiero decir que no pueda haber buenos argumentos para defender que la reforma laboral tiene carencias o que no cumple con las expectativas. No digo que la posición de ERC o EH Bildu sea mero teatro, claro que no. Lo que pretendo decir es que cada fuerza decide oscilar entre el pragmatismo y las posiciones de máximos en función de múltiples razones, también tácticas. Esas mismas fuerzas han apoyado o se han abstenido ante los Presupuestos Generales del Estado o leyes que también tenían muchas insuficiencias. Del mismo modo que EH Bildu ha acordado los presupuestos de la Comunidad Autónoma Vasca con el PNV o ERC cogobierna con Junts.

¿Por qué entonces se rompe ahora ese "bloque de investidura"? Por un lado porque, efectivamente, hay razones políticas. EH Bildu, por ejemplo, ha hecho mucho hincapié sobre esta cuestión, arrancando compromisos al gobierno (al PSOE, que era el más reticente) para la derogación de la anterior reforma. Eso pesa, sin duda. Pero intuyo que no es solo eso. La reforma laboral es crucial por sí misma, por lo que supone para la clase trabajadora. Pero también es decisiva en términos simbólicos, porque será una de las principales normas aprobadas en este mandato y la que termine de consolidar el papel de liderazgo de Yolanda Díaz. Y es un liderazgo cuya potencialidad temen todos los integrantes de ese heterogéneo grupo que comparte la "tête de la course".

Sí, volvemos al símil ciclista. La presencia de Yolanda y el resto de Unidas Podemos en el gobierno es una garantía para las fuerzas nacionalistas, pues saben que tienen una visión más federalista y plurinacional que les permite influir sobre las decisiones de Moncloa que les afectan. A menudo esas fuerzas pedalean juntas intentando dejar atrás a los socialistas. Pero ese interés común tiene fecha de caducidad, porque llegado el momento Yolanda puede ser una amenaza. En 2015 y 2016, Podemos y luego UP fueron la fuerza más votada en Cataluña, y en la suma de Comunidad Autónoma Vasca y Navarra. EH Bildu se quedó entonces con 2 escaños (frente a los 5 actuales) y ERC en 9 (frente a 13). 

No parece demasiado osado pensar que el temor a volver a ese escenario si la plataforma de Yolanda Díaz coge vuelo ha podido influir en su posición ante la reforma. El tacticismo también cuenta, igual que en el ciclismo. Una escapada con otros corredores puede no convenirte si con ello encumbras a alguno de ellos y sabes que puede después ganarte en la contrarreloj.


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