Cinco claves para el 20-D

El nuevo escenario electoral, con más fuerzas disputando las primeras posiciones, hace que vayamos a una cita con las urnas en la que seguramente descubriremos efectos de la normativa que hasta ahora no se habían visto. Y sociológicamente estamos en un maremoto que hace imprevisible el resultado final, porque en apenas dos años ha dado tiempo a que el panorama haya dado varias vueltas. A un mes de las urnas, lo que hoy en día es un mundo, intento repasar cinco claves que creo que pueden ser decisivas.


1. La alta movilización del voto y la quiniela de los indecisos

Hace un par de años, todo el mundo daba por hecho que íbamos a un ciclo de participación electoral bajísima, marcado por la abstención. Casi una de cada cuatro personas respondía al CIS que no pensaba ir a votar, y más de una de cada cinco no sabía qué hacer. De hecho, en las europeas de mayo de 2014 la participación bajó del 44%, récord mínimo histórico. Hoy, sin embargo, según el último barómetro del CIS, solamente un 9,7% de la población dice que no votará, aunque el número de indecisos sigue en las mismas cotas. Si buena parte de estos, la mitad o más, se decanta por ir a las urnas, habrá una participación bastante alta, en torno al 75 o el 80%. ¿A quién le puede beneficiar?

Para saberlo, cabe echarle un ojo a tres fechas:
  • Enero de 2014 fue el momento en que el CIS recogió mayor vocación abstencionista. Si se observa cómo se distribuía en función de la ideología (pregunta 17), veremos cómo había un reparto bastante homogéneo, por encima del 15% en todos los sectores, salvo en el centro-derecha, que supera el 20%. Mención aparte está la gente que no sabe o no quiere definirse ideológicamente, de quienes casi la mitad decían que se abstendrían. Por tanto, en ese momento había amplísimos sectores sociales huérfanos de representación a izquierda y derecha del espectro.
  • Enero de 2015 fue el momento en que el CIS recogió la mayor intención directa de voto a Podemos (19,3%), y una de las menores a PP + PSOE (25,3%). Ciudadanos estaba por entonces en un ínfimo 2,1%, por debajo de IU. Si observamos la abstención por ideología (pregunta 18), observamos cómo en la izquierda prácticamente había desaparecido, y aunque en el centro y la derecha también se reduce (se acercaban las municipales y autonómicas), la distancia aumenta. En la izquierda apenas quedaba voto por movilizar y el voto indeciso era mucho menor que en el centro y centro-derecha.
  • Octubre de 2015 es la fecha del último barómetro del CIS publicado, que recoge cierto empuje de Ciudadanos y moderación de expectativas de Podemos. En este caso (pregunta 23), vemos cómo el voto se ha movilizado prácticamente en todo el espectro ideológico. Solo quienes se sitúan en el 5 superan el 10% de abstencionismo e incluso entre quienes no se definen ha bajado muy significativamente. Por tanto, casi todo el voto está ya movilizado, no llega al 10% de la población quienes dicen que no votarán. ¿Y qué pasa con el voto indeciso? Que está claramente desequilibrado hacia el centro y la derecha. En la izquierda apenas queda nadie por decantarse (tengamos en cuenta que parte de esa gente indecisa no votará, porque si no iríamos a una inédita participación del 90%).
¿Qué conclusiones podemos sacar de ello?
  1. Que la participación probablementrá será alta, y que el significativo número de indecisos (casi un cuarto del electorado) hace que la campaña sea decisiva.
  2. Que en la pugna por el voto indeciso, en la izquierda y el centro-izquierda queda poco pescado por vender, aunque un porcentaje pequeño puede suponer mucho en esta ocasión. Hay muchas más pelotas en el aire entre el electorado de centro y centro-derecha.
  3. Que, por tanto, cuanto mayor sea la participación, probablemente serán los partidos del centro-derecha quienes más beneficiados resulten, puesto que supondrá que esa gente indecisa se decanta por alguno de ellos.
No obstante, hay que tener en cuenta que buena parte de ese electorado que se ubica en posiciones de centro o del nada despreciable sector que no se ubica ideológicamente (más del 15% en la última encuesta del CIS) es un electorado cuyo comportamiento es más impredecible. Por ello, a la luz de estos datos se entienden mejor muchas de las raciones de cal y arena de los principales partidos en las últimas semanas.

2. El regreso del eje izquierda-derecha

En absoluta sintonía con lo anteriormente expuesto, y en contraste con lo que en algún momento parecía posible, el eje izquierda-derecha será absolutamente determinante en la conformación del voto, al menos en su mayor parte.

En enero de 2014, en ese momento de abstención masiva y horfandad política que describimos antes, encontrábamos datos realmente curiosos en cuanto a la intención de voto según ideología (preg. 17). Por ejemplo, en la tabla del CIS vemos cómo el PSOE conseguía porcentajes de voto, modestos pero significativos, entre gente que se consideraba de derechas. Incluso IU o PP lograban penetrar ligeramente en el lado opuesto de la frontera del 5. Y UPyD era, sin duda, un partido transversal ideológicamente en apoyos sociales.

En enero de 2015 aún se podía ver esta tendencia, algo atemperada en los casos anteriores, pero con un nuevo exponente de transversalidad muy potente, como era Podemos, que arrasaba en la izquierda, pero ganaba en el centro a PSOE y PP e incluso conquistaba posiciones de derecha.

Sin embargo, en octubre de 2015 esto prácticamente desaparece. PP, Ciudadanos, PSOE y Podemos alcanzan posiciones a ambos lados del 5, pero es testimonial el apoyo que reciben más allá de su ámbito "natural". Por tanto, además de la gran batalla por el electorado más centrado (quienes se sitúan en torno al 5), que es donde más voto indeciso hay, veremos la disputa por la hegemonía en la derecha entre Ciudadanos y PP y en la izquierda entre PSOE y Podemos. 

3. Las zonas blancas del bipartidismo

PP y PSOE han tenido dos grandes fortalezas durante todos estos años. La primera, en la que se llevaban la palma los socialistas, era que su presencia en todos los territorios era bastante homogénea: no contaban con zonas blancas. La segunda, era que la ley electoral les dejaba competir prácticamente en solitario por los escaños de la mayoría de provincias pequeñas.

De esto último hablaré después, pero quiero destacar ahora que es probable que, al menos el PP, pase a ocupar una posición testimonial en algunos territorios, si es que no pierde absolutamente la representación. Así, en 2011 sacó un diputado en cada una de las provincias de la Comunidad Autónoma Vasca, pero este año sufrirá por la suma del aumento de competencia y el descenso general de su marca. Incluso en Álava, donde quedó en primera posición hace cuatro años, la competición será dura, pues solo hay 4 escaños en juego.

Pero también en Cataluña el PP puede quedar reducido a posiciones muy minoritarias. Es casi imposible que quede fuera, puesto que en Barcelona prácticamente basta con alcanzar la barrera del 3% para lograr escaño, pero la pujanza de Ciudadanos y el mayor número de candidaturas con fuerza seguramente le dejarán fuera en el resto de provincias. Veremos cuánto aguanta por su parte el PSC, que también sufre el mordisco de Ciudadanos y veremos si aguanta el envite de En Comú Podem ahora que Ada Colau ha prestado su apoyo (alguna encuesta muestra que podrían ganarles en su feudo tradicional). Y habrá que ver si en Galicia el PSdeG no se ve arrastrado tras haber perdido mucho peso local en mayo.

Ciudadanos puede que pinche en alguna CA como Navarra y Euskadi, con lo que Podemos podría ser quien lograse un voto más homogéneo.

4. El salto de vallas de Podemos y Unidad Popular

Según la ley electoral, se ha de lograr al menos un 3% para lograr escaño en cada circunscripción. Pero al repartir los escaños por provincia, en la práctica se está obligado a alcanzar porcentajes bastante superiores para entrar en el reparto de cada una, y la barrera está más alta cuanto más pequeña es la provincia. Así, como decía antes, en Madrid o Barcelona, cualquier formación que logre un 3% puede dar casi por seguro al menos un escaño. Sin embargo, en otras como Valencia o Sevilla habrá que aspirar a un 5 o un 6% e incluso estar pendiente del resto de competidores. El listón va subiendo poco a poco y en la mayoría de provincias que reparten 6 o menos escaños hay que superar generosamente el 10%, el 15%... hasta llegar a Soria donde has de quedar en primera o segunda posición (siempre y cuando el anterior no saque el doble de votos que tú, porque se reparten 2). O a Melilla y Ceuta, donde solo vale ganar para llevarse el único asiento en disputa.

Por esta razón, hasta ahora PP y PSOE competían en solitario por los escaños de multitud de provincias, ya que era altamente improbable que ninguna fuerza llegara a entrar en el reparto. Esto, sin embargo, es bastante probable que cambie ahora, puesto que Podemos, y sobre todo Ciudadanos (según las encuestas), seguramente entrarán al reparto en muchas provincias medianas y pequeñas, con una presencia bastante homogénea en todo el país.

Sin embargo, unas pocas décimas pueden mover mucho en estas elecciones. Es muy probable que en provincias como las de las "dos Castillas", Podemos esté justo en el filo. Un pequeño aumento de su porcentaje en Castilla y León podría darle tres o cuatro escaños, y un pequeño descenso quedarse totalmente en blanco. Lo mismo puede ocurrir en otras muchas provincias por lo que un par de puntos arriba o abajo pueden suponer una diferencia de quince o veinte escaños. Exactamente lo mismo ocurre con Unidad Popular - IU en provincias de mayor tamaño. Salvo debacle, logrará uno o dos diputados al menos por Madrid, pero lograr otro en provincias como Sevilla, Asturias o, más complicado, Valencia o Málaga, va a estar en un porcentaje muy estrecho. Podría darse la situación de que apenas un 0,5% le separe de sacar 5 escaños y optar a grupo parlamentario o quedarse apenas con un par de ellos.

5. El curioso efecto proporcional de las provincias pequeñas

Por último, ha de tenerse en cuenta el curioso efecto que tiene la ley electoral cuando se "salta la barrera", puesto que el sistema se vuelve mucho más proporcional, si se mira al conjunto del Estado, pero incluso favorece a las minorías si se miran de una en una. Pongamos por caso la provincia de Valladolid, donde se reparten 5 escaños. Supongamos que el PP obtiene el 35% de los votos; el PSOE el 25%; Ciudadanos un 18%; y Podemos un 13%. El reparto en este caso asignaría dos escaños al PP, y uno a cada uno de los otros tres, de modo que el PSOE tendría los mismos que los dos "minoritarios" a pesar de sacarles 7 y 12 puntos respectivamente. Para que ello no ocurriera, el PSOE debería haber sacado el doble de votos que Podemos. La cuestión es que parece bastante verosímil que en muchas provincias se den estas situaciones de (al menos) triple empate, aunque sea con bastantes puntos de diferencia.

Por tanto, va a haber que mirar mucho al detalle, provincia a provincia, porque los datos agregados estatales pueden ser muy engañosos. En muchos casos va a depender de en qué posición relativa queden los partidos en cada provincia, y es muy probable que en muchas de ellas se decida por un puñado de votos.

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