¿Hace bien en dudar Podemos?

Hace casi dos meses dejé a medio terminar mis reflexiones veraniegas. No es que haya estado tanto tiempo de vacaciones, sino que me ha costado retomar cierta concentración y motivación. Máxime cuando las cosas no han estado precisamente quietas entre tanto.

El caso es que me quedaba yo intentando entender las reticencias de Podemos a extender los procesos de confluencia de las municipales a las generales. Y, una vez hecho eso, mi intención es rebatir o poner en cuestión algunas de esas objeciones. Resumiendo, las dos principales eran la posibilidad de que la alianza con IU y otros sectores les presentara como una opción "de minorías" y, por otra parte, la presunta falta de coincidencia en la estragia política y comunicativa, que podría generar roces en el futuro.


El "contagio" de la izquierda minoritaria

Como comentaba en su día, mi impresión es que la dirigencia de Podemos huye como de la peste de un posible titular que hable de un pacto electoral con IU. "Ahí es donde nos quieren ver y donde no nos encontrarán", han repetido en más de una ocasión, abjurando de las "sopas de siglas" que "ya se ha demostrado que no funcionan". Hay una parte de impostura en todo esto, ya que perfectamente saben que lo que amplios sectores proponen (e IU comparte, sea por convicción o por interés) no son coaliciones al uso, sino candidaturas al estilo de Zaragoza o Barcelona en Común, Ahora Madrid, Marea Atlántica, etc. Y, por si no quedara claro que se trata de un pretexto, la papeleta de Catalunya Sí que es Pot, una oda a la sopa de siglas de lata, deja claro que lo de creer que funcionan o no va un poco a la carta.

Pero no me quiero centrar en las formas con las que se ha concretado ese rechazo, sino en si hay razones de peso para el mismo. Está claro que si Podemos e IU apoyaran una misma papeleta, habría en principio una parte del electorado que a día de hoy no votaría Podemos, que sí apoyaría esta nueva opción. Quizá no todo el electorado de IU, y quizá en un porcentaje menor, pero que puede ser decisivo en bastantes provincias pequeñas donde el escaño se vende caro y un 1 o 2% puede significar tener representación o no. La duda es si el nuevo electorado que podría atraer esa candidatura ahuyentaría a otros sectores, quizá más numerosos, que sí estarían dispuestos a votar a Podemos. Es una hipótesis razonable, pero veamos si tiene consistencia.

Cabría pensar que una alianza así podría alejar a sectores moderados porque situaría a Podemos muy escorado en el espectro hacia la izquierda. Pero el caso es que eso ya se percibe hoy en día: según el CIS (ver pregunta 23), la sociedad considera que Podemos es la formación política más a la izquierda, a considerable distancia de IU. Por tanto, difícil sería que cambiara su percepción.

Pero, quizá el problema no está ahí, sino en que se percibe a IU como una fuerza política antigua, que casaría mal con Podemos y haría poco creíble el discurso de Podemos. Esto es mucho más complicado de medir, pero la experiencia de las municipales muestra que ha habido candidaturas compartidas en las que la presencia de IU y otras fuerzas no ha lastrado el empuje que aportaba Podemos. Obviamente esta cuestión es compleja, y los resultados no son homogéneos, pero al menos cabe decir que hay casos muy significativos en los que una candidatura compartida ha sido un éxito. No quiere decir que siempre tenga por qué serlo, hay que atender a otros muchos factores (liderazgos, movimiento ciudadano generado, etc.), pero desde luego no es una rémora insalvable.

Sin embargo, puede que aún así se considere que las generales son unas elecciones muy distintas, IU jamás ha obtenido representación en muchas provincias y eso acrecienta su perepción de fuerza minoritaria y perdedora. ¿Podría  esto contagiar al conjunto de la candidatura común? Es difícil de saber, apenas tenemos datos. Eso sí, los únicos que se han hecho públicos parece que no apuntan por ahí: la Cadena Ser, que yo sepa, es la única que ha preguntado por una posible candidatura unitaria, y los resultados son bastante positivos (ver página8). Preguntando por intención de voto, un 3,2% votaría IU y un 14,9% a Podemos. Sin embargo, un 28,5% considera muy o bastante probable que votase por una hipotética candidatura de unidad popular. Se suma a esa opción más de un 40% de quienes votaron al PSOE en las pasadas generales y ¡un 25% de los que en la pregunta anterior habían afirmado que votarían al PSOE en las próximas!. De entre quienes habían dicho que votarían a Podemos, es un 90% el que cree muy o bastante probable que apoyaría esa candidatura. Por tanto, más bien genera poco rechazo entre el voto ya consolidado de Podemos y bastante interés entre gente que a día de hoy votaría PSOE u otras opciones.

La rémora de la falsa confluencia como tabla de salvación

La segunda objeción que entiendo que existe tiene algo más de enjundia, en mi opinión. Eso sí, mira más al escenario postelectoral que a las posibilidades de éxito en las urnas. Más de una vez se ha dicho desde Podemos que "no serían el bote salvavidas"de nadie, ni "sacarían de la UCI" a ningún partido. Más allá de la acritud de las palabras, hay una parte comprensible en los dardos envenenados hacia IU: la actitud primero condescendiente y luego hostil hacia Podemos, en función de sus expectativas electorales, casa mal con la posterior voluntad de acuerdo. Y suena, inevitablemente, a salida a la desesperada.

IU ha confrontado abierta y duramente con Podemos, durante mucho tiempo, tanto en las formas (las primarias como un "invento americano", la presencia en los medios, el liderazgo, etc.) como en el fondo (la tibieza en el posicionamiento ideológico, las renuncias a ciertas cuestiones, etc.). De la condescendencia inicial se pasó a la teoria de la conspiración, para acabar en pocos meses llamando a la puerta y pidiendo la generosidad y altura de miras que no supimos tener en su momento. Eso no justifica ni perdona la soberbia y los errores de Podemos. Pero permite entender la desconfianza ante una conversión tan súbita, máxime cuando las coincidencias programáticas pueden ser importantes, pero las tácticas y estratégicas han sido enormes.

A pesar de la diferencia en las encuestas, sobre el terreno, las distancias entre IU y Podemos, como organizaciones, se acortan mucho. Así, en las pasadas municipales, en la mayoría de las candidaturas que tuvieron apoyo tanto de Podemos como de IU, la presencia de ésta en los puestos principales fue mucho mayor. Por la simple razón de que, pese a su actual debilidad, IU tiene aún una estructura importante pegada al terreno que Podemos no ha podido desarrollar aún, y cuenta con un importante plantel de "cuadros" intermedios, de gente con mayor formación política y más bregada en el tejido social local que la gente que se incorpora a política por primera vez (obviamente, esto va por barrios y hay muchas excepciones). Por ello, Podemos teme que en un proceso absolutamente compartido, la mayor organización de IU le permita un papel más destacado que el que le correspondería según las expectativas de cada cual. Y le preocupa que las diferencias preexistentes, aparcadas para lograr un buen acuerdo preelectoral, reaparezcan una vez pasada la luna de miel de la campaña o incluso durante esta.

Estas reticencias, como decía, me parecen más comprensibles y más difícilmente salvables. Y aunque suenen a mera pugna de intereses partidistas, hay una verdadera diferencia política estratégica que no se puede obviar. Pero lo que nos jugamos (como pueblo, como país, ponga usted aquí el sustantivo grandilocuente que prefiera) es tanto, y el riesgo de perder la oportunidad empieza a ser tan real, que merece la pena que hagamos un último esfuerzo por superarlo.

De eso irá mi último post de esta serie, que esperemos que tarde un poco menos en llegar ;)

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