Reflexiones en la vorágine

Hace tres años comencé a escribir en este blog una serie de reflexiones sobre la situación política que llevaban tiempo desordenadas en mi cabeza. Era un momento relativamente calmado, sin citas electorales a la vista: las más cercanas en el calendario eran unas elecciones europeas, casi dos años más tarde, que no se antojaban especialmente apasionantes. Era, pues, un buen momento para reflexionar sin las urgencias que hoy nos atenazan.

Reviso mi correo electrónico y compruebo a quién mandé aquellas notas. No puedo evitar una sonrisa al ver que entonces intercambiaba correos y reflexiones con gente que yo ni podía imaginar que fueran a jugar un papel tan relevante en el futuro cercano. Hoy no tendrían tiempo ni de borrar mi mensaje de la bandeja de entrada. Pero es una sonrisa que tiene un punto de tristeza y melancolía, como la que se me pone cuando releo el texto. La satisfacción vanidosa de comprobar que algunas intuiciones iban bien encaminadas me sirve de poco cuando constato que la oportunidad que creí ver entonces se ha ido desvaneciendo por una suma de errores, por una combinación de impotencia y prepotencia.

Desde hace meses no hay tiempo para pensar a largo plazo, o al menos yo no tengo cabeza para ello. La vorágine electoral por la acumulación de comicios en año y medio y el acelerado ritmo con el que se suceden los acontecimientos de calado es apabullante. Solamente en junio y julio de 2014, vivimos un relevo exprés en el liderazgo del PSOE, una abdicación aún más exprés en la Corona y la defenestración de Jordi Pujol. En los siguientes meses el panorama electoral ha sido una montaña rusa con el proceso de constitución de Podemos y su auge y declive en las encuestas, la fulgurante aparición de Ciudadanos o la accidentada construcción de candidaturas ciudadanas de lo más variopinto y su éxito electoral en no pocas ciudades.

Sin haber salido de unas, nos vemos de hoz y coz en la precampaña de las generales y en un nuevo debate sobre la fórmula electoral más adecuada para afrontarlas. En ese marco de urgencia se encuadran las reflexiones que pretendo ir volcando en los próximos días en este blog. Aún no están escritas, revolotean por mi cabeza y confío en que, como en otras ocasiones, la escritura me sirva para ponerlas en orden.

Dejo simplemente apuntadas unas ideas iniciales que intentaré ir desarrollando en los próximos posts, por anticipar algo:

• No podemos afrontar las próximas elecciones como unos comicios normales. Ni por la emergencia social ni por la posibilidad de un vuelco electoral, que nunca ha estado tan cerca. Es posible incluso que esa ventana ya se esté cerrando, pero lo que está claro es que no podemos confiar en dejarlo para otra ocasión. Por ello, toda táctica electoral debe estar subordinada a la perspectiva de aprovechar la oportunidad de recuperar las instituciones para la mayoría social. Todo lo demás son victorias pírricas o fracasos discretos.
• Al margen de valoraciones al respecto, Podemos es la fuerza que más gente ha conseguido ilusionar en torno a un deseo de cambio profundo. Por ello, cualquier posibilidad de que estas elecciones marquen un punto de inflexión claro pasa por una alternativa de la que forme parte y lidere esta formación. Hablo exclusivamente del objetivo de ganar, sin entrar en el cómo ni en el para qué.
• En ese papel preeminente de Podemos ha sido determinante una buena lectura del momento histórico, una apuesta por nuevos cauces de apertura y participación, etc. Pero quizá el ingrediente fundamental para dispararse en intención de voto fue conseguir convencer de que podían, efectivamente, ganar. Así consiguieron un círculo virtuoso: al percibirse como fuerza al alza su apoyo crecía en las encuestas y cada encuesta publicada les disparaba en popularidad.
• Sin embargo, aunque no han perdido esa posición preeminente y hay encuestas que siguen situándoles bien arriba, todas las tendencias apuntan a un frenazo o incluso un bajón considerable. En ello ha tenido mucho que ver el contraataque del bipartidismo. Tras meses noqueados o respondiendo con ataques que, por exagerados, no surtían efecto, Susana Díaz hizo una jugada maestra, adelantando elecciones allí donde el PSOE aún resistía bien y Podemos tenía menos margen para crecer. Tras meses de encuestas deslumbrantes, un 15% como primer resultado real tras las europeas desinfló las expectativas. Las autonómicas han podido tener un efecto parecido.
• Por el contrario, la victoria de candidaturas unitarias en las municipales ha recuperado la ilusión por el “sí se puede”, pero bajo una fórmula distinta (aunque no contrapuesta). De ahí nace una reflexión, desde espacios muy distintos, para articular fórmulas similares ante las elecciones generales,  que ha catalizado por ejemplo en el manifiesto Ahora en Común, pero también en los debates sobre una posible Marea Galega, o candidaturas similares en Euskadi y Navarra, País Valenciano, Baleares o Cataluña. 
• No obstante, Podemos no considera que ese tipo de candidaturas sea generalizable. Su negativa responde en parte a cuestiones poco confesables (insuficiente estructura organizativa, voluntad de control de su pluralidad, miedo al desborde), pero también hay un planteamiento político de fondo a tener en cuenta, sea erróneo o acertado: para recuperar su vitola de ganadores, aparecer junto con fuerzas asociadas a un perfil minoritario, como IU, les lastra. Su mayor facilidad para llegar a acuerdos con otras en ciertos territorios no es por mayor afinidad ideológica o de otro tipo, sino porque se perciben como apuestas ganadoras, al alza.
• No se trata de que Podemos no quiera ganar o no quiera la unidad. Entiende de otro modo la unidad y cree que la forma en que otra gente lo plantea(mos) no ayuda para ganar. Pero esa idea de Podemos como un no-partido, un movimiento amplio que en sí mismo es unidad popular pudo tener su razón de ser inicialmente. Hoy ha cerrado muchas puertas para convertirse en ello. Sin embargo, el horizonte común sí debe ser el de construir un movimiento popular de amplia base a partir de 2016. Es la herramienta lógica si entendemos que este momento histórico es de ruptura constituyente. Por ello todos los actores, incluida IU, deben afrontar las elecciones de ese modo, planteándose una seria reorientación de su proyecto en un marco más amplio, mirando más allá de noviembre, en coherencia con su apuesta por la unidad popular.