Entre la impotencia y la prepotencia

Como señalaba ayer, hay algo en el proceder de la dirección de Podemos que me recuerda a una partida de Risk. Una alocada carrera para ganar posiciones, acumular poder y asaltar los cielos en tiempo record, basada en el cuerpo a cuerpo y los juegos de estrategia. La creación de Podemos es un experimento de ingeniería social que sin duda será, o ya estará siendo, objeto de estudio en muchas facultades de Ciencias Políticas y Sociología.

Lo peliagudo, claro está, es que no se trata de una partida de Civilization, ese videojuego en el que se toma las riendas de una pequeña civilización hasta lograr convertirla en un imperio. Si te sale mal, reinicias. Sin embargo, si el experimento político de Podemos sale mal, las consecuencias pueden ser terribles: puede acabar recomponiendo exitosamente el campo de la izquierda en torno a sí, o puede convertir todo lo preexistente en tierra quemada que tardará mucho en volver a ser fértil si se hunden sus pies de barro.


Obviamente, esto no significa negarles el derecho de intentarlo. Su crítica a la incapacidad que otros hemos tenido, aunque a veces se exprese de forma intolerable, es justa. La clave está en que la impotencia no sea sustituida por la prepotencia. Es cierto que Podemos ha tenido ese impulso, esa decisión y esa claridad de ideas que era necesaria, pero una cosa es que reivindiquen su papel de motor del cambio y otra que consideren que el resto de la carrocería supone un lastre. Eso es un error, no ya porque suponga un desprecio a bagajes que es necesario aprovechar, sino porque niega uno de los grandes éxitos de Podemos que ha sido su potencia performativa, su capacidad de obligar al cambio al resto de formaciones con su mera presencia. No fue Podemos, sino el 15M quien incluyó en la agenda la regeneración política, la participación, la transparencia, la “nueva política”. Pero sin duda fue la formación morada la que obligó al resto a acelerar el ritmo de asimilación de los cambios que se exigían. Otro día hacemos balance de lo real o ficticio de todos esos cambios, pero no quiero perder el hilo.

El argumento que pretendía desarrollar hoy es que hay motivos estratégicos y tácticos que obligan a pensar en una alternativa de cambio para las generales encabezada por Podemos pero no formada exclusivamente por Podemos (ni por puntuales alianzas territoriales).

Como planteamiento estratégico, lo que Podemos pretendía cambiar en el escenario político ha llegado ya bastante más allá de sus propios límites. No solo por los cambios, más o menos reales, inducidos en otros partidos, sino sobre todo por la forma de entender la participación electoral que ha producido en colectivos sociales y en amplios sectores de la ciudadanía. El 15M abrió una grieta y Podemos supo qué hacer para ensancharla, pero el verdadero torrente se ha colado de la mano de las candidaturas ciudadanas unitarias en algunos de los principales municipios. En algunas de ella ha sido decisivo el papel jugado por Podemos, en otras prácticamente irrelevante sobre el terreno en la práctica, pero qué duda cabe de que la identificación con esa ola de cambio que inició dicha formación ha pesado. Quizá lo interesante, como planteamiento a largo plazo, no sea consolidar un actor inmutable, frente al cual el enemigo se reorganiza y contraataca, sino un continuo desbordamiento, que abre nuevas vías de agua allí donde no se le espera.

Junto a ello hay razones mucho más prosaicas, pero no menos importantes, para apostar por algo “más allá de Podemos” en las elecciones generales. Fundamentalmente, el terreno de juego, marcado por una ley electoral diseñada para que ninguna “tercera fuerza” se cuele fácilmente a pelear con los mayores. Si Podemos acaba compitiendo con otras fuerzas (y así será si no se abre a ninguna posibilidad de confluencia razonable), el mero hecho de que existan varias papeletas en los colegios electorales acabará regalando un buen puñado de escaños decisivos al bipartidismo. Por volver a las metáforas de ayer, el ejército de Pablo y compañía necesita atravesar los dominios de otros en su “guerra relámpago” para hacerse con el Trono de Hierro. Quieren hacerlo al galope, porque saben que si piden permiso quizá los señores de esas tierras pedirán algo como contraprestación, lo que les supondrá una carga pesada. Prefieren un ejército más pequeño pero ligero. Pero si fuerzan en exceso y ni siquiera se dejan acompañar es posible que se encuentren con que los lugareños no cedan el paso por su puente y el rodeo les haga llegar debilitados a la batalla final. Quizá yendo un poco más lento pero por el camino más corto se acabe llegando con mejores garantías.

Mañana intentaré entender y, si soy capaz, explicar, por qué creo que a día de hoy Podemos rechaza esta posibilidad.

Comentarios

cascarrabias ha dicho que…
en zonas muy pobladas, con muchos escaños, la existencia de varias papeletas no tiene porque restar sillas, muchos preferimos votar a algo que nos guste, consideramos que un voto a un partido que no nos gusta es un voto inutil... pienso que la apuesta de cañamero y el cacique de marinaleda es erronea (otra vez), andalucia no tiene ningun proyecto andaluz importante, y la cantidad de andaluces en la plancha pablo permite entrever que quiere controlar a los enanos de esa zona... pienso que no centrarse en la provincia, que es la circunscripcion para las generales, es un grave error, y que en algunas provincias podemos puede tener sentido, en otras robara votos a alternativas mejor situadas... podemos ya no compite con el pp, ahora se pelea en una melee de rugby con sus fantasmas... estoy muy lejos, y salvo el topo americano no conozco a nadie que diga que quiere votar pablemos y si mucha gente que nuca les votara con pablo ahi... y que hace ahi tu "prima"??

Anónimo ha dicho que…
14 Minutos para la reflexión.

Cuestionarse el orden establecido.

http://www.ivoox.com/cuestionarse-orden-establecido-audios-mp3_rf_5310109_1.html