Madrid: vértigo y responsabilidad para rescatar vidas


Cada 2 de Mayo, El País publica una encuesta de Metroscopia sobre el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid. Los dos últimos años, los datos pronostican un vuelco profundo del panorama político, no solo por la pérdida de mayoría absoluta del PP que mantiene en la CAM desde 1995 (con el lapso del affaire Tamayo) y en el Ayuntamiento desde 1991. También destaca el importante auge de UPyD y, sobre todo, de IU, hasta el punto de que podría disputar la segunda plaza al PSOE en ambas instituciones, con un apoyo que ronda el 20%.


La posibilidad, por tanto, de que haya un cambio de gobierno en ambas administraciones que supere la lógica bipartidista es real. Tendría una importancia decisiva en esa perspectiva constituyente y de ruptura democrática de la que llevamos tiempo hablando y que muchas veces nos cuesta pensar en lo concreto. Ante ese escenario, anoche en la cama me asaltaron algunas reflexiones. Y ya que no me dejaron dormir, por lo menos que sirvan de provecho compartiéndolas y abriendo el debate:


  1. Izquierda Unida, a pesar de IUCM: los datos que las encuestas de 2013 y 2014 le atribuyen a IU son espectaculares, los mejores con diferencia de su historia. Esto llama la atención tras años y años de conflicto interno en la Comunidad de Madrid, especialmente agudizados desde su última Asamblea, con amplia repercusión mediática. Y tras algunas actuaciones u omisiones poco edificantes, entre las que destaca la pasividad con la que dejó actuar sin control político alguno a su representante en Caja Madrid, que después participó en el Consejo de Administración de Bankia, a pesar de las críticas desde fuera y desde dentro de IU. Todo ello  viene a confirmar que la repercusión de la situación interna acaba teniendo una importancia muy moderada en las tendencias electorales; efectivamente, cuando se está de capa caída puede darte la puntilla, pero en momentos de auge, la gente tiende a hacer la vista gorda. Ni mucho menos quiero decir con ello que dé igual e incluso puede que, de no ser por ello, las previsiones fueran aún mejores.
  2. El riesgo del ensimismamiento: dentro de IUCM, lógicamente, estos datos habrán sido recibidos con gran entusiasmo. Perfecto, que se disfruten, que se tomen hasta el domingo para celebrarlo, ya que hay puente. Pero, a partir del lunes ya con más sosiego, no deberían analizarse como una señal de autosuficiencia que olvide la apuesta por confluir con otras fuerzas y con todo lo que se mueve en las calles, muy especialmente las de Madrid. La lectura debe ser precisamente la contraria: si esto es posible con desunión interna y con opciones alternativas disputando el apoyo de sectores sociales similares, ¿qué no se podría conseguir con una apuesta unitaria e ilusionante?. Brazo tendido a cualquiera que quiera participar de este cambio y rostros que demuestren que no son unas elecciones más, sean de dentro o de fuera, de mayoría o de minoría; esas claves son irrelevantes cuando está en juego darle la vuelta al tablero.
  3. El riesgo de mirarnos las costuras: como decía, hay opciones alternativas que ya llevan tiempo trabajando (Equo, por ejemplo), otras que están dando el paso en las europeas (Podemos, Partido X...) y algunas en incipiente formación con la vista puesta en mayo de 2015 (como el Movimiento por la Democracia). Desde todas ellas, sin duda, se podrán señalar carencias y errores de IUCM, o incluso diferencias en principio insalvables. Todo ello es comprensible y razonable, hasta el punto de que buena parte de la gente de IU puede coincidir en muchas de esas críticas. Pero con todas sus carencias, contradicciones y limitaciones es IU quien tiene a día de hoy una posibilidad cierta de provocar en Madrid un vuelco que es imprescindible para abrir esa perspectiva constituyente por la que todos esos proyectos apuestan. Ello no debe suponer que nadie se subordine ni se disuelva en IU, ni mucho menos que deban meterse en un cajón todas esas críticas o exigencias a IU, sino todo lo contrario, deben ponerse sobre la mesa. Pero es imprescindible que haya mesa, y que la haya pronto. Si se rechaza siquiera sentarse a la misma mesa porque nos dedicamos a echarnos en cara nuestros respectivos errores y carencias seremos irresponsables. Desde cerca, a todos se nos ven las costuras. Lo importante es no perder la perspectiva, y la situación es suficientemente grave para no perdernos en nuestras miserias.
  4. Vértigo y responsabilidad: Hace cuatro días nadie hablaba con seriedad de la posibilidad de cambiar realmente las cosas. Luchábamos, peleábamos, poníamos en pie iniciativas de base, convocábamos manis y alguna incluso era muy grande. Pero más allá de pequeñas experiencias y más allá de moderadas expectativas electorales al alza, nuestros sueños de transformación eran pura melancolía. Y nos habíamos acostumbrado a ser eterna minoría, en lo social y en lo institucional. Pensar que quizá dentro de un año toque tomar colectivamente las riendas de la ciudad o de la Comunidad de Madrid y tener su potente administración a disposición produce vértigo. Es una oportunidad que no puede dejarse pasar, en la que no se puede defraudar, en la que los cambios tienen que ser reales, deben devolver ilusión a la mayoría. Por eso debe asumirse con responsabilidad, porque mirar atrás en junio de 2015 y ver que esa posibilidad se perdió por miserias, por falta de audacia y de generosidad sería imperdonable. En cada paso, en cada decisión, se deben tener en mente los rostros de millones de madrileños y madrileñas cuyas vidas están siendo robadas, no nuestros respectivos logos.
  5. Madrid no es cualquier otro sitio: Por una parte, Madrid ha sido laboratorio de las políticas neoliberales más salvajes desde hace años, además de foco de corrupción. Y por otra parte, Madrid tiene una importancia simbólica que no tienen otros lugares. Un gobierno no bipartidista en cualquier otra región podría ser relativamente digerido como una excepcionalidad anecdótica, pero que cambie Madrid abre inevitablemente la perspectiva de un cambio posible a nivel estatal, lo cual a día de hoy sigue antojándose muy lejano. Nadie, fuera de restringidos círculos militantes se cree, ni siquiera entiende, de qué hablamos cuando se habla de proceso constituyente o de ruptura democrática. Y si alcanza a comprenderlo, no ve por ninguna parte cuál es el orificio por el que se puede empezar a hacer brecha en la institucionalidad que queremos deponer para construir una nueva. Madrid (y también otras instituciones que puedan caer) podría ser ese orificio, esa ventana que permita hacer tangible y creíble el proyecto de ruptura.
  6. Un gobierno que no quepa en el traje: Si se afronta este reto con la perspectiva de gestionar mejor y de manera más social, tendrá un recorrido muy corto. Por decirlo en palabras de Tsipras, "Nosotros no podemos cambiarnos de ropa y ponernos el traje del poder anterior. Ese traje no nos queda bien. Hay que crear entonces nuevas instituciones sociales y políticas para levantar a las fuerzas del pueblo, que en este momento están marginalizadas dentro del sistema y no tienen ni participación ni poder. Debemos trasladar ese poder a toda la gente." Necesitamos una nueva institucionalidad al servicio de la mayoría y Madrid debería ser una palanca para ello. En un escenario muy diferente como el andaluz, con posibilidades de transformación mucho menores, ya se comprueba perfectamente cómo el traje institucional se le queda pequeño a cualquier apuesta mínimamente transformadora que trate de garantizar derechos y plante cara a los grandes intereses. En un escenario como el que estamos imaginando, el conflicto sería mucho más permanente, se tocaría permanentemente el techo con las manos. El Gobierno de Madrid debería servir para, primero, revertir el proceso de expolio, pero segundo, conquistar derechos más allá de las restricciones competenciales e institucionales. Una vez que se tienen en las manos, si el régimen se obstina en echarlos atrás, como ha ocurrido con la Ley de Vivienda andaluza, será más fácil que la mayoría social comprenda que es el propio régimen el que debe caer para salvar nuestras vidas.
  7. Mucho más allá del gobierno: El problema de todo esto es que, con todo lo difícil que es ganar en lo electoral, sirve para poco. Sin una verdadera articulación de la sociedad madrileña dispuesta a defender con uñas y dientes cada conquista, un gobierno "desobediente" está absolutamente indefenso en manos del poder real. Patronal, grandes medios de comunicación, entidades financieras, etc. harían todo lo posible por hacer caer cuanto antes ese gobierno. De hecho, es muy posible que ni siquiera llegar a existir nunca puesto que no hablamos de escenarios de mayoría absoluta. Solo una mayoría social organizada, unida en torno a un programa básico de cambio (y hablo más de una tabla reivindicativa que de un sesudo documento de 200 páginas), puede apuntalar las posibilidades de cambiar Madrid. A eso se debería dedicar el 80% de los esfuerzos en este año que queda. El resto, a construir esa generosidad, responsabilidad e ilusión que mencionaba más arriba.

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