He
guardado un (casi) absoluto silencio sobre mi valoración de la elección de la
candidatura de IU al Parlamento Europeo desde el sábado. He querido gestionar
mis emociones, no dejarme llevar por las de otras gentes y dejar reposar las
ideas, para no perderme en reflexiones de consumo interno.
Tenía (y
tengo) una sensación de frustración, que no se entiende si uno disecciona la
composición de la lista elegida, porque es cierto que hay algunos avances
significativos, en los que otros amigos centran su valoración. Que se hayan
consolidado alianzas con otras fuerzas como la de ICV-EUiA (y más) en Cataluña,
la de AGE en Galicia, o la de la Izquierda de Aragón con CHA y la Iniciativa
Social y que todas ellas tengan puestos destacados, da cuenta de que ha habido
algo que creo imprescindible: generosidad en un momento al alza. IU seguramente
podría haber asegurado más eurodiputados “de la casa” yendo por libre o
racaneando puestos a las alianzas, porque las encuestas soplan a su favor, y no
lo ha hecho. Bien en este punto. Y además, en las propias propuestas que han
surgido a lo largo del proceso se ha huido, por lo general, de perfiles “internos”
que en otras ocasiones han poblado las listas. En este caso han surgido con
fuerza nombres como los de Javier Couso o Gerardo Pisarello, o incluso José
Chamizo que sonó pero finalmente cayó de las quinielas, y tampoco son perfiles habituales
los de Marina Albiol o Lara Hernández. No se ha abusado, en resumen, de las personas de
larguísima trayectoria institucional (figura habitual en el “cementerio de
elefantes” de Estrasburgo) ni de primar al hombre o mujer de confianza interna
frente a la renovación o la apertura. Se ha arriesgado, y eso está bien.
El
problema es que esa disección de la candidatura está al alcance de un
porcentaje muy pequeño de la población interesado en ver más allá del “candidato
oficial” que en los medios siempre aparece desligado de su candidatura. Y no se
trata de que Willy Meyer sea una persona horrible que contamine todo lo bueno
que el resto de la lista tenga. Willy no es un corrupto, ni un acomodado
político que está ahí para llevárselo muerto. Curra mucho y curra bien, y curra
dentro y fuera de las instituciones. Pero es cierto que la apuesta por que
repita un tercer mandato choca con esa idea de arriesgar, renovarse y abrirse
que el resto de la candidatura sí transmite, echa el freno de mano a ese
mensaje político que se pretendía lanzar, porque la cabecera de una
candidatura, nos guste o no, es decisiva en la comunicación política. En
resumen, la lista sería una lista maravillosa en un contexto de normalidad, una lista de transición, como decía Cayo, pero vivimos un momento de
excepcionalidad que exigía más. Hemos dado un paso en el momento en que
necesitábamos una zancada.
Pero es
bueno no analizar la situación como una foto fija. Todo este proceso puede
leerse como síntoma, como señales de que hay semillas intentando germinar, lo
cual es decisivo para que nadie dé a IU el certificado de tierra yerma. Cuando
intervine en el Consejo, el pasado sábado, decía que la situación respondía a
esa idea de crisis de Bertolt Brecht, en la que “lo viejo no acaba de morir y
lo nuevo no acaba de nacer”. No hablo de personas, que nadie se confunda, y
menos le deseo la muerte a nadie. Hablo de cultura política. Esa
tensión fue muy evidente cuando, en Enero, la inercia nos llevaba a elegir la
candidatura a la vieja usanza: la Ejecutiva busca y escucha propuestas, las
equilibra, las ajusta a criterios de representatividad política y territorial y
somete el resultado final a refrendo en un Consejo Político. Sin embargo, buena
parte de la dirección planteó (planteamos) la necesidad de buscar nuevas
fórmulas, que permitieran mayor participación en la propuesta y la decisión. La
intensidad del debate obligó a modificar el método de confección de la lista,pero quedándose a medio camino. Permitió la participación e incluso la de
personas no afiliadas en muchas partes, pero no estableció cauces claros que
determinaran cómo se llegaría al resultado final. En este, finalmente, pesaron
más de nuevo, las viejas dinámicas de composición de un rompecabezas en el que
habían de ajustarse los criterios de representatividad de las alianzas, de los
territorios, de referentes sociales, de paridad… Ajustar todo eso en torno a
una mesa y hablando de nombres propios es complejo y doloroso. De ahí la
importancia, por más que nos llamen pesados a algunos, de que se articulen
previamente procesos claros. Y que la decisión final derive de una decisión
participativa, lo cual les quitaría el muerto de encima a quienes sufren
fuertes presiones, según dicen. Si no se hace así, finalmente se acaba recurriendo
a salidas “ad hoc”, forzando las normas internas y dejando prácticamente
siempre a alguien fuera de mala manera. El sábado no fue una excepción, sino
más bien un ejemplo paradigmático y triste de ello, hasta el punto de que no
pude aceptar ni votar a favor de la forma en la que se incluyó en la lista a la
persona que yo prefería para encabezarla, Javier Couso.
Puede
parecer que estoy hablando de cuestiones de funcionamiento interno de IU, pero
creo que la cuestión es más de fondo. Es un debate sobre el papel de lo
electoral y en general de cualquier acción política dentro de la lógica del
movimiento emancipatorio del que formamos parte. En muchos casos, caemos en la
lógica de la política expresiva: enunciamos posiciones en comunicados, programas,
mociones o pancartas. Para que quede constancia, para que se sepa que existe
una parte de la sociedad que opina eso o incluso para que esa parte de la
sociedad se sienta representada porque “por fin alguien lo dice”. En las
candidaturas electorales, se sigue funcionando con esa lógica de
representación, de hacer guiños a través de la inclusión de figuras representativas
de ciertos sectores o movimientos sociales. Y, así mirado, asumimos que nuestra
función es la de hacer una oferta atractiva, un producto acabado que esperamos
que guste. Aparte de otras valoraciones, corremos el riesgo con ello, de
interpretar mal los gustos. Creo que es lo que nos ha pasado en parte con esta
candidatura, en la que hemos oído campanas sin saber muy bien de dónde venían,
y donde nuestra apuesta más fuerte por abrirnos a lo social ha sido una
compañera de la ejecutiva de CCOO. Tengo buenas referencias de ella y, aunque
mi apuesta sindical sea otra, negar mucha de la historia de ese sindicato o su
implantación entre la gente trabajadora sería infantil. Pero en un momento en
el que hay referentes sociales al alza no parece lo más apropiado intentar
reforzar la credibilidad de una institución en crisis, como es una organización política, con el “fichaje” de otra institución también en crisis. Nos podrá
parecer justa o no esa crisis de confianza ciudadana en partidos y sindicatos,
pero negar que existe es bastante poco útil.
Frente
a esa política expresiva y la lógica de la representación, creo que es
necesario insertar cada acción política dentro de una estrategia para reforzar
un movimiento más amplio, orientado a abrir un escenario de cambio real. Es
decir, resaltar el valor instrumental de lo electoral para reforzar al conjunto
del movimiento. En ese sentido, lo electoral puede reforzar al movimiento si
consigue abrir la expectativa de que el bipartidismo no es invencible, de la
misma manera que lo hizo Syriza en Grecia. Porque puede hacer mucho para acabar
con la melancolía de ver que la movilización social solo en contadas ocasiones
consigue torcer el rumbo de las decisiones de los gobiernos. IU sabe que, por
más que sea de celebrar su buena marcha en las encuestas, está lejos de abrir
ese horizonte. Eso exige abordar su candidatura electoral, en unas elecciones
que abren el ciclo electoral de municipales, autonómicas y generales, de manera
radicalmente distinta a 2004 o 2009, cuando abrir ese escenario era impensable.
Era necesario un cambio en las formas, construir un proyecto común en el que la
ciudadanía se implicara desde el minuto cero, no limitarse a ofrecer un
producto acabado, por atractivo que sea. De ahí mi apuesta por las primarias
abiertas, pero no me detendré en ello. Porque se hiciera como se hiciera, también
era necesario un cambio en el fondo, y lanzar el mensaje de que IU se resiste a
cambiar su cabeza de lista cuando quiere converger con más gente, cuando la
situación ha cambiado desde 2004 y cuando ni siquiera tiene apoyo unánime en su
organización, supone sin duda lanzar un mensaje contradictorio.
Me
quedo, sin embargo, con esas semillas. Con una voluntad de participación y de
transformación de la manera de hacer política ya irrefrenable incluso entre
gente que hemos mamado cultura de partido. Porque también hemos mamado, por
menos tiempo pero con más intensidad, lo que está pasando en las calles desde
hace varios años. La nueva política no es buena por ser nueva, es buena porque
busca que organización política y pueblo se fundan y se conviertan en
movimiento. Mantener barreras entre dirección y militancia o entre organización
y ciudadanía solo servirá para que esa gente que ahora se mueve y a la que llevábamos décadas
pidiéndole que participe y se organice, lo acabe haciendo en otra parte. Pero
caerán esas barreras, no me cabe duda.
P.D.: Si a alguien le interesa el cotilleo, en la votación de listas en el Consejo, yo voté en blanco
P.D.: Si a alguien le interesa el cotilleo, en la votación de listas en el Consejo, yo voté en blanco
Comentarios
Por otra pàrte en lo referente a la lista aprobada por el CPF, a mí tampoco me gusta en su totalidad como está configurada pero como soy feviente defensor del proceso democrático y participativo de la militancia, pues la acáto, la defiendo y la hago mía con toda naturalidad. Hacer otra cosa sería una falta de respeto a toda la gente que a participado en reuniones de asambleas para hacer las propuestas que han ehecho
Por otra parte, el tema de primarias abiertas no era lo que defendía hoy. Pero ahí divergimos profundamente, mientras consideremos que "lo orgánico" es cosa nuestra y que nuestras candidaturas y cargos públicos son solo asunto nuestro, iremos alejando de nosotros a muchas personas que quieren participar sin necesidad de hacer adhesiones inquebrantables. Pero de esto ya hablaré en detalle otro día.