En el post anterior late una (auto)crítica que creo que es necesario hacer en la
izquierda, que es el hecho de haberse limitado al terreno expresivo y haber
renunciado a la transformación, aquí y ahora, de las relaciones sociales de
consumo, producción, creación cultural, etc. Con la evidente excepción de los
casos en los que ha podido hacerlo desde las instituciones.
Me
explico mejor: la mayoría de las organizaciones políticas de izquierda basan su
actividad en comunicar sus impresiones y propuestas con respecto a todo tipo de
cuestiones. Aprueban declaraciones, realizan comunicados, presentan iniciativas
institucionales, editan boletines, organizan charlas, convocan o se suman a
manifestaciones… En cualquier caso, expresan su opinión, ya sea con la intención
de inducir a la reflexión y agitar conciencias o simplemente intentando
representar las ideas de una parte de la sociedad.
Sin
embargo, como bien decía recientemente Juan Torres “la izquierda paga muy caro también su incapacidad para "adelantar" a
la sociedad lo que le ofrece, para anticiparle de alguna forma el tipo de mundo
que desea alcanzar”, en contraposición con las cooperativas, los vínculos de
solidaridad y las experiencias de vida en común de los primeros movimientos
obreros. De alguna manera la izquierda ha de demostrar que su reino también es
de este mundo, que no ofrece exclusivamente esperar a una victoria electoral
que se antoja lejana. La enormidad del reto de transformar la sociedad y la
pequeñez de quienes nos lo planteamos acaba convirtiéndose en melancolía. Al
final nuestras charlas, reuniones y debates son una mezcla del “qué mal está
todo” con el “habría que”. Es necesario tocar con las manos ese mundo que deseamos,
y en parte, es posible.
Un
ejemplo: FIARE comenzará a operar como una entidad de crédito en 2013 (con sus cuentas, sus tarjetas y todo). ¿No sería
decisivo incentivar que se muevan miles de cuentas a, por ejemplo, esta banca ética?
No ya por sentirse más a gusto con el destino de nuestros ahorros, sino porque
así reduciríamos la capacidad de chantaje de la gran banca. Otro ejemplo: MásPúblico,
una cooperativa de extrabajadores y lectores de Público lanzará un periódico de
información general muy pronto. ¿No sería fundamental que tuviera suficiente
apoyo económico para que pudiera tener periodicidad semanal o incluso diaria? Para
completar la estupenda labor que realizan medios como Diagonal, llegando a
sectores sociales menos ideologizados que a día de hoy recurren a los medios de los grandes grupos empresariales.
Hablo
solo de estos dos ejemplos en los que participo personalmente como
cooperativista, pero habría otros muchos que no se limitan a opinar sobre la
sociedad, sino que la transforman aquí y ahora. La izquierda debe asumir
también como tarea estratégica fortalecer todo tipo de iniciativas ciudadanas
que forjan nuevas relaciones sociales desmercantilizadas, solidarias,
alternativas. No tomándolas al asalto, sino "regándolas", colaborando para que broten y crezcan. No solo sirve como carta de presentación de otra sociedad posible
sino que, efectivamente, permite vivir de acuerdo con otros valores, al menos una
parte de nuestras vidas. Y además, contribuyen a no legar toda la
responsabilidad de la transformación social a la acción desde los gobiernos,
sino que estos pueden contribuir a regar, fortalecer y remover los obstáculos
para que sea la ciudadanía la que cimiente el cambio. Un cambio que, será así o
no será.
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