El rey está desnudo

Del ya famoso incidente del monarca en la cumbre de Chile hay algunas cosas que considero importantes y otras más secundarias. Las secundarias son las que más revuelo han despertado: las formas de Chávez, la salida de tono del Borbón y su posterior espantá... Todo ello quedaría en cosas del protocolo si la discusión versara sobre qué asiento le tocaba ocupar a cada delegación. Y me parece llamativo que se entre poco y mal a valorar algo que vaya más allá de las cuestiones de forma acerca de este episodio que hoy aún colea.

Más allá de calificativos más o menos ajustados hacia nuestro siniestro ex-presidente, lo que el mandatario venezolano comentaba era la implicación del anterior Gobierno y, al menos, la complicidad de varios grupos empresariales de origen español. En su día, viví ese suceso con gran estupefacción. Me llamó especialmente la atención la portada digital de El País que, durante las horas de la intentona y la investidura con bendición castrense de Carmona, se refirió a aquello como "rebelión cívivo-militar". La Revolución de los Claveles, poco más o menos, vaya.

La cosa fracasó, y hubo que rectificar, pero poco después conocí que se había realizado un informe acerca de la implicación española en el golpe. Reconozco que en un primer momento aquello me sonó a historietas de espías y conspiraciones internacionales. Y quizás no sea un criterio muy fiable, pero lo primero que me hizo dar crédito a esas acusaciones fue conocer en persona a quien las firma: José Manuel Fernández, asesor de IU y hoy alcalde de Bustarviejo (Madrid), es un hombre bueno como pocos, moderado, calmado, sensato... Alguien de quien no cabe esperar que se dedique a hacer panfletos para adecuar la realidad a sus ideas y no al contrario.

Lo que vino a reforzar esta sensación, o a darle crédito en principio a lo que afirmó el Presidente sandinista de Nicaragua (y que no quiso escuchar el Rey) fue visitar Bolivia cuando Evo ganó las elecciones. Tuve la suerte de que me ofrecieran trabajar en la recta final de la campaña del MAS en diciembre de 2005. Allí, además de conocer a otras de las personas que ayudaron a redactar aquel informe, pude observar en primera persona cómo es el trajín diplomático y más que diplomático en Latinoamérica (quizás también en más sitios), y especialmente cuando hay signos de cambio y amenazas para EE.UU. a la hora de extender el ALCA por la región. Las historietas de espías resultan más reales cuando en apenas 10 días uno coincide con diferentes personas que posteriormente descubre que son agentes de los servicios secretos españoles, estadounidenses, cubanos o venezolanos. O cuando, abiertamente, se espera la opinión de la Embajada de EE.UU. como un dato esencial para el desarrollo de la campaña; no en los círculos diplomáticos, sino narrado por los locutores de las diferentes televisiones locales.

Por eso, más que el incidente de Chávez, me llamaron la atención las declaraciones de Ortega cuando afirmaba que el embajador español reunía a los partidos de la derecha nicaragüense para intentar derrotar al Frente Sandinista. Aunque, según me decían, la embajada española en La Paz hubiera preferido una victoria con mayoría relativa de Evo, no tengo constancia de que hiciera especiales movimientos para inclinar la balanza (habría que haber visto qué habría sucedido de haber necesitado apoyo parlamentario). Eso sí, recuerdo una curiosa conversación en un bar con un dirigente del MAS, tras algún mojito, unos días después de la victoria electoral. Evo y su equipo se habían reunido con el embajador español, y ya como presidente electo le habían sugerido que la posición con respecto al futuro gobierno dependería mucho de su posición hacia ciertos intereses empresariales patrios que no comentaré para no meterme en un lío.

Nada demasiado sorprendente, pero lo que quiero decir es que a veces cuando uno lee comentarios críticos sobre política internacional tiende a pensar que la cosa no puede ser tan chusca como se comenta. Pero lo es, e incluso más. Y si ya hablamos de la intervención directa de las diversas multinacionales, la cosa da miedo. Pero de eso, señores, no se debe hablar; qué poco distinguidos, qué mal gusto...

Este fin de semana se ha hablado, por una vez, de la trastienda. Y no en declaraciones en la (contra)Cumbre de los Pueblos , sino en presencia de los aludidos. Hay quien dice que la reacción del rey se debe a que anda ya mal de salud o incluso quien le echa la culpa a los licores. A mí la anécdota me recordó al cuento del traje invisible del rey, cuando alguien se atrevió a hablar de lo que todos callaban; algunas versiones dicen que ante la acusación de que iba desnudo, siguió altivo, quizás como se ha hecho hasta ahora con las voces de los pocos que denunciábamos este tipo de hechos. Pero otras afirman que el rey la emprendió a voces con el acusador, hasta que se dio cuenta del engaño. Voces sí ha habido, pero me temo que lo que no hay es engaño.


P.D: Cuando hablaba de que algunas cosas me parecían secundarias, hay que matizar. Algunas observaciones al respecto van más allá de lo meramente formal: lean a Hugo, Javier M., Javier O. y tanta otra gente.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Me ha gustado bastante el comentario, porque me ha parecido muy descriptivo de la opinión orgánica que hemos visto en todos los medios y por eso lo he enlazado en la parte de comentarios de algunos blogs.
Juan ha dicho que…
Pues me alegro mucho de que te haya gustado y te agradezco mucho que lo hayas enlazado ;)