Valdechivillas: cuestión de celo

Hace ya más de una década andaba terminando el instituto y planteándome opciones para el futuro. Recuerdo entonces que mi padre me dijo que, si quería estudiar Filosofía, me fuera a otra Universidad. Él da clases en dicha carrera y no recuerdo si por entonces era casualmente el director del departamento; en cualquier caso, quería evitar que se pudiera hablar de tratos de favor en mis estudios o tener cualquier otro problema similar. ¿Exceso de celo? Seguramente. Pero, como se suele decir, mejor pecar por exceso que por defecto.

Cualquier calificación por encima de lo normal habría sido mirada con desconfianza por el resto, seguramente. Y quizá parte del profesorado podría modificar su actitud hacia mí con respecto a otros alumnos, ya fuera por amistad, enemistad, peloteo o miedo reverencial a mi padre. Como, por otra parte, mi vocación no era esa, no hubo caso.

Sin embargo, hay otras personas cuya vocación sí ha coincidido con el entorno de trabajo de familiares y amigos. En montones de familias hay médicos hijos de médicos, abogadas hijas de abogadas, o ferreteros hijos de ferreteros. Pero hay ámbitos donde estas relaciones son más sensibles. Por ejemplo, si uno es promotor y resulta que su hermana es concejala del equipo de gobierno de la ciudad donde uno pretende que le aprueben un plan parcial para construir más casas de las que hay en Soria.

En este caso, la concejala ha dejado matricularse a su hermano, pero ha renunciado a darle clase personalmente. Quizá lo más prudente habría sido aconsejarle que se dedicara a sus tareas en cualquier otro municipio de la geografía española, pero ¿quién era ella para frustrar su vocación? Se ha limitado a cumplir la ley y comunicar su abstención en la votación del plan. El negocio familiar no corría peligro, ya que el voto de calidad del alcalde desharía el provisional empate entre gobierno y oposición.

Pero resulta que el mundo es un pañuelo y el hermanísimo resulta ser además gran amigo del alcalde, con lo que la cosa se pone aún más peliaguda. El alcalde ha estado meditando noche y día, la conciencia le remordía. "¿Debería abstenerme? Pero, en ese caso, pobre José Antonio, perjudicado por mi culpa, frustrado en su constructora vocación solo por haber entablado amistad conmigo, de vocación mandamás. ¿Acaso debe pagar él por mi insaciable voluntad de servir al pueblo?". Tras horas de cavilaciones tomó una sesuda decisión: "Me la trae al pairo lo que digan". Fiel a su estilo, no se dejó amedrentar por el qué dirán.

Ha decidido llevar ambas cuestiones, la recusación y la aprobación del plan, a un mismo Pleno, seguro como está de la moralidad y legalidad de su conducta. O de tenerlo todo atado y bien atado, claro. Seguro que el claustro de profesores comprenderá que irse de cañas habitualmente con el alumno no tiene nada que ver con esa matrícula de honor. El chico, simplemente, es brillante.

P.D.: En prosa más fina, escribe sobre esta cuestión nuestro ínclito y nunca bien ponderado Coordinador.

ACTUALIZACIÓN 14:17: Atado y bien atado, como decía. Primero el secretario del Ayuntamiento se sacó de la manga un dictamen en el que incluía al portavoz del Grupo Socialista entre quienes no podían votar, por haber firmado la recusación. Cuando éste, jurista, consideró que era errónea esa interpretación, y manifestó intención de votar, el recusado decidió que él no se quedaba atrás para no perder la votación. De modo que el recusado ha opinado sobre su propia recusación. Dentro de poco pedirá voto en los tribunales para evitar que le sigan cayendo sentencias en contra. Aún así, el otro tema, tras ser llevado a Pleno por decisión del PP en Junta de Portavoces, ahora se pospone. ¿Seguirá habiendo jaleo en casa?