Decía en el post del pasado viernes que “no podemos afrontar las
próximas elecciones como unos comicios normales, ni por la emergencia social ni
por la posibilidad de un vuelco electoral”. Ambos factores están plenamente
interrelacionados, puesto que si hay posibilidad de vuelco electoral es por la situación
de emergencia social. Como señalaba hace tres años, la legitimidad de las
democracias occidentales es material y no formal: no ha habido grandes ansias
de cambio porque había un cierto reparto de la riqueza, aunque fuera con
grandes desigualdades. Cuando se rompió ese reparto de manera brusca y
acelerada fue cuando estalló el consenso en torno a las instituciones y los
partidos tradicionales gritando un clamoroso “no nos representan” a partidos a los que prácticamente
todo el mundo había votado alguna vez.
Y, como también señalé entonces, ello abría una oportunidad a la
izquierda si abandonaba una posición paternalista o a la defensiva. Esa crisis
de legitimidad permitía empezar a construir un proyecto político sobre nuevos
consensos sociales, que derivara en una nueva institucionalidad al servicio de
la mayoría. Pero la izquierda, “mi” izquierda, pecó de impotencia: creyó que
en ese despertar social la gente se limitaría a buscar a quienes siempre habíamos blandido
un discurso crítico y un programa transformador. Y así fue, durante un período de moderadamente dulces encuestas. Pero no se supo o quiso ver que la brecha
abierta era mucho más amplia, que la rapidez con la que se desgastaba el
bipartidismo contrastaba con el lento auge de las alternativas. Tras años
luchando prácticamente por la supervivencia no se quiso creer que había margen
para algo más que un resultado holgado.
Y en esas apareció Podemos, a “patear el tablero”. Supo interpretar
mucho mejor que el nuevo sentido común tras el 15M no planteaba un giro a la
izquierda sino una refundación democrática, aunque ambas cosas tengan elementos
coincidentes. Y para ello era necesario
un nuevo relato y un plan de acción muy distinto al que se había manejado hasta
entonces.
En lo relativo al relato, entendió que la izquierda estaba tratando a la
generación del 15M con cierto desdén (“eso
ya lo decíamos otros antes”), mezclado con miedo o rechazo a la supuesta “antipolítica”.
Por supuesto que hay un poso antipolítico en un país que de pronto pasa del
sofá a las plazas. ¿Acaso esperábamos que la gente se sublevase tras
concienzudos seminarios de formación marxista? Podemos fue inteligente al
encontrar en ello el “mito fundacional” para un nuevo proyecto de país, para
abrir un relato de cambio inclusivo que despojase a la gente de la culpa de
llevar décadas votando mal y les diera el orgullo de sentirse parte de una
nueva sociedad que recupera el timón de sus vidas. Era un discurso y un mensaje que la gente podía hacer propio, lanzado
por las redes con conocimiento de cómo funciona la viralidad y la inteligencia
colectiva. Era obvio que una crisis de régimen conlleva una crisis de sus
instituciones, incluidas las que cumplían un papel de crítica y resistencia y
que, por tanto, tocaba construir un sujeto político nuevo al calor de la
repolitización ciudadana.
Pero, más allá del relato, era importante el plan de acción. La
izquierda, en el sentido más amplio del término, no estaba en absoluto
preparada para pensar en alcanzar el poder. Por supuesto tenía y tiene buenas
ideas y programas y gente enormemente capaz, e incluso a escalas locales había
demostrado ya capacidad de gestión. Sabíamos sin duda cómo deberían ser las cosas,
pero si nos éramos totalmente sinceros, no creíamos que fuera real la
posibilidad de lograr una victoria electoral que permitiera hacerlo realidad. Es más, incluso pensábamos que solo a costa de asumir algunos peajes se podía ir más allá en una sociedad tan poco concienciada.
Pablo Iglesias, en su libro sobre la serie Juego de Tronos, critica esa
impotencia de la izquierda a través de la figura de Ned Stark, el típico héroe
de cuento intachable y dispuesto a morir por lo que considera justo: “en un
mundo terrible, puede perfectamente ocurrir que el único resultado de nuestro obrar
bien sea un mundo aún peor, más injusto y más despiadado”. Lo que viene a decir
es que cuando se aducen razones de pureza para no asumir contradicciones, en el trasfondo verdaderamente está el miedo a mancharse, a afrontar lo complejo y feo de la política cuando
se confronta en serio con los poderosos . Y ello trae duras
consecuencias para el bien común que se dice defender, porque no se consigue
transformar nada en última instancia: “el héroe moral nunca se ocupa tanto de
elegir un mundo bueno como de elegirse a sí mismo como bueno”. Frente a ello
opone otro tipo de acción política, el de la khaleesi Daenerys Targaryen, que sabe que “para
cualquier proyecto político (no meramente moral), sin poder no hay legitimidad”.
Ella sí está dispuesta a mancharse para alcanzar el poder y devolverlo al pueblo,
porque “no es posible acabar con la violencia y el poder en sí mismos; tan solo
cabe apropiarse de ellos y, neutralizando al resto de fuerzas y poderes,
ponerlos al servicio de un determinado principio de legitimidad”.
En principio, poco se puede objetar a este planteamiento. La crítica es
certera, sin duda, pero el dilema planteado es algo tramposo. Porque no
necesariamente la rectitud moral es sinónimo de fracaso ni mancharse las manos
garantiza la victoria. Al fin y al cabo, el debate planteado es viejo: los
medios y los fines. Daenerys Targaryen resulta sin duda sugerente, pero en el
fondo es lo mismo que nos planteaba Eastwood con Harry el Sucio, limpiando las
calles a balazos allí donde la inútil ley no llegaba. Y en los últimos tiempos
da la sensación de que quien realmente inspira los sueños húmedos de mis
excompañeros de Somosaguas es el despiadado Frank Underwood, dispuesto a lo que sea con tal
de alcanzar la Casa Blanca.
Han pateado el tablero, qué duda cabe. Y bien está que la política deje
de ser una partida de Monopoly, pero no deja de tener sus riesgos que los nuevos
valores la vean como un tablero de Risk.
Comentarios
por que nadie comenta en tu blog? donde estan todos? tendre que entrar a plaza podemos?
podemos quza tiene un as en la manga, quiza tiene alguien con un carnet del ppsoe dispuesto a matar a pablo tres dias antes de las elecciones... es la unica posibilidad de victoria que veo a ese partido, en mi cabeza no pasa que pueda sacar mas sillas que psoe+ciudadanos+pnv+cc .. un psoe en minoria con apoyos de pp y ciudadanos para asegurar governabilida no puede ser batido por podemos solo; y ademas podemos no puede resistir la guerra del soberanismo, pues tiene un pie en cada lado; una alternativa seria deberia plantear que la proxima legislatura no va a haber mayoria absoluta, y potenciar un parlamento variado y de debate, frente al rodillo que hemos vivido, y el discurso de pablo, que pretende ir de gandor para intentar atraerse voto util, no va por ahi... y crea mucha desilusion, lo contrario de lo que vendia; votar a podemos resignado no es caballo ganador, y es su apuesta. y podemos ilusionante desparecio en la asamblea fundacional, o antes, o mucho antes... para mi que pablo se presentara como candidato a las europeas fue un gran tongo
Juego de tronos es un juego inmerso dentro de la ideología dominante, que no solo no se ha debilitado sino reforzado desde que la describiera en su día Marx, al mismo tiempo que, quizás por el enquilosamiento que sobrevino durante la fase tranquila del capitalismo que hemos vivido en los años 90 del siglo pasado y los primeros de éste, la izquierda se debilitaba no solo organizativamente sino también desde el punto de vista de la elaboración política. Todos los pasos dados por Podemos desde su "triunfo" inicial en las elecciones europeas son erroneos y la razón fundamental es precisamente el planteamiento electoralista que hay detras de ellos. El electoralismo ha difuminado el Programa, ha debilitado la movilización social, ha debilitado la democracia interna, en definitiva, ha servido para crecer cuantitativamente durante un tiempo de inercia y después estancarse y empezar a decrecer cuando las contradicciones empiezan a aparecer y la burguesía, que si tiene fuerza, periódicos, universidades, cuadros y ganas de ganar ha puesto en marcha una estrategia de parar a Podemos y hacer encallar ese barco inmediatamente. El "gran timonel" da verguenza ajena y muchoa de los marineros que le rodean mucha más. Debemos entre todos (Ahora en Común) tratar de salir del atolladero. Reavivar las luchas de resistencia contra todo tipo de opresión y explotación, que es de donde ha salido la gente que refuerza las filas de la izquierda. Dejar de hacer tonterías con el Programa respondiendo a los problemas de la gente real y no los que están en la cabeza teórica del gran lider y sus acolitos, reforzar el intelectual colectivo, la formación de cuadros y.....ME HE ALARGADO