Después de analizar las tendencias electorales, hoy quiero reflexionar sobre los escenarios de gobernabilidad que se nos vienen encima. Porque resulta, desde luego, muy interesante analizar quién sube y quién baja o qué tendencias sociales de fondo se ponen de manifiesto, pero no se puede obviar cómo después el sistema electoral traduce eso en escaños y en posibilidades de formar gobiernos. Y, ojo, tampoco es una cuestión menor la interrelación entre ambos factores: diversos escenarios de gobernabilidad posibles pueden influir en el comportamiento electoral de la gente.
Es más, tengo la impresión de que este tema va a ser determinante en la próxima campaña electoral, entendiendo por ello el momento a partir del cual la atención mediática se centre en las elecciones generales de ¿2015?. Creo que muy pronto va a ponerse en circulación el leit motiv preelectoral, alimentado por políticos y periodistas y que ya ayer anticipaba el extesorero del PP Ángel Sanchis, hablando del caso Bárcenas: "si de esto deviene que España se convierta en cinco o seis partidos que se quieren anticipar para gobernar, será un desastre". Se repetirá machaconamente que si vamos a un escenario institucional muy fragmentado, esto será un caos. Y sin embargo, creo que será difícil evitar que eso ocurra, aunque no como lamenta Sanchis por el caso Bárcenas, creo yo.
Porque lo cierto es que si únicamente estuviera influyendo en el cambio electoral el escándalo de corrupción, sería normal pensar que el primer partido de la oposición se beneficiaría de ello, como ocurrió a mediados de los noventa con los escándalos del gobierno de Felipe González. Cierto es que el PSOE también tiene asuntos turbios sobre la mesa, pero creo que eso no es suficiente para explicar por qué cae a la vez que el PP. El factor determinante en el cambio del comportamiento electoral es, sin duda, la crisis. Lo apuntaban recientemente en un artículo Lluís Orriols y José Fernández-Albertos: existe una mayor correlación entre la percepción de mala gestión de la crisis y la probabilidad de dejar de votar al PP, que entre el escándalo de Bárcenas y el desgaste del Gobierno.
Así, la cosa no le afecta solamente al PP, sino también al PSOE en la medida en que también se le considera responsable por los primeros años de la crisis. De hecho, se puede observar un brusco cambio en la valoración de gobierno y oposición en torno al año 2008, en perfecta coincidencia con el inicio "oficial" de la crisis. Veamos las tendencias anteriores y las actuales en la valoración del gobierno:
- Durante los gobiernos de Aznar, se comprueba perfectamente cómo se incrementa su popularidad una vez consolidado en 1996 y se mantiene en niveles de aprobación muy altos (entre el 35 y el 50% valoraban como buena o muy buena su labor) hasta que a partir de 2002 existe un desgaste serio (LOU, Prestige, Iraq, etc.) pero nunca baja del 25% de buena o muy buena valoración.
- El gobierno de Zapatero entra con mucha fuerza y muy buena valoración, pero en la media tiene valores más bajos, aunque nunca por debajo del 25%. Sin embargo, el segundo gobierno hace aguas muy pronto: a partir de julio de 2008 cae por debajo del 20%, en 2009 por debajo del 15%, en 2010 por debajo del 10%, llegando al récord de solo un 4,7% de aprobación en Octubre de 2011, solo un mes antes de las elecciones.
- El gobierno de Rajoy sin embargo, no tuvo un efecto de catarsis sobre la confianza del electorado como ocurriera con Zapatero en 2004. En el primer sondeo postelectoral apenas superó el 15% de aprobación y enseguida cayó hasta situarse en las últimas cifras de (casi nulo) apoyo de Zapatero.
Esta misma tendencia se observa en la valoración del primer partido de la oposición. Aunque en general nunca ha habido muy buena valoración de la oposición (el gobierno siempre lo tiene más fácil para ganarse el apoyo), sí ha habido valores por encima del 20 o el 25% de aprobación, a veces incluso por encima de las valoraciones negativas. Sin embargo, desde 2008, independientemente de que estuvieran PP o PSOE en la oposición, rara vez la buena valoración ha superado el 10%.
La correlación parece clara: con crisis de por medio ni PP ni PSOE generan confianza y solo un cambio real en la economía puede darle la vuelta a eso. La gente de la que yo me fío para saber si eso puede pasar es bastante pesimista al respecto. Pero incluso el gobierno anunció que no prevé que hasta 2015 se genere empleo, lo cual es una referencia bastante significativa para este análisis: si en el horizonte electoral que analizamos, el principal factor de desgaste de PP y PSOE va a seguir existiendo, parece difícil que se invierta la tendencia que marcan las encuestas.
Y las encuestas dibujan escenarios de muy complicada gobernabilidad. Las que no atribuyen escaños, dan porcentajes a PP y PSOE con los que es difícil tener mayorías estables, aunque fuera con el apoyo de alguna otra fuerza. Eso queda aún más claro cuando se estima la distribución de escaños: por ejemplo, en la de El Periódico (GESOP) de Julio, el PP necesitaría el apoyo de UPyD, CiU, PNV y alguna fuerza más para tener estabilidad. Complicada mezcla. El PSOE necesitaría a IU, ERC, y seguramente cualquier fuerza nacionalista de izquierda a tiro, salvo que buscara complicadas mezclas tipo IU+UPyD. En fin, complicado de veras. En las estimaciones de El País (Metroscopia) del mismo mes, el PP necesitaría entre 28 y 37 escaños, a sumar entre las mismas fuerzas que citábamos antes. El PSOE necesitaría entre 49 y 76, misión casi imposible. La de Celeste-Tel de Agosto, solo permitiría gobernar al PP con la suma de UPyD, CiU, PNV y CC: peligroso cóctel de nacionalistas más Rosa Díez para una mayoría por los pelos. El PSOE, ni sumando todo lo demás, salvo que consiga juntar a Toni Cantó con Amaiur.
Por todo esto, y dado que parto de la hipótesis de que PP y PSOE no van a levantar cabeza, sino en todo caso profundizar en la tendencia, creo que el único escenario factible está claro: el gobierno de concentración. No especulo con oscuros pactos, ni insinúo que PP y PSOE sean lo mismo, ni nada de eso. Esas reflexiones las dejamos para otro día en el que poner muchos matices. Hablo de mero pragmatismo, de números. Es posible que la campaña mediática contra la fragmentación de la que hablaba antes pueda movilizar algo de voto indeciso, ante el miedo del ascenso de fuerzas como IU u otras, pero creo que es imposible que el próximo gobierno sea como ninguno de los anteriores. Es decir, uno con mayoría absoluta o con pactos cómodos con uno o dos grupos más. O vamos a una complejísima sopa de siglas en torno a uno de los partidos mayoritarios o a un gobierno de PP + PSOE (sea gobierno de facto, apoyo desde fuera, acuerdo para investir a un "tecnócrata" o cualquier otra versión).
Creo que en las "altas esferas" este escenario está ya plenamente asumido. Sin duda habrá voluntad de revertir la tendencia e intentos por conseguirlo. Y sin duda viviremos todavía episodios importantes de enfrentamiento entre PP y PSOE, porque sería incomprensible que no sucediera así, y más ante la gravedad de algunas cosas que están pasando. Pero creo que el escenario de una moción de censura es algo que ninguno de los dos partidos quiere, y de ahí las vacilaciones de Rubalcaba a la hora de presentarla, o el hecho de pedir el relevo de Rajoy y no la convocatoria de elecciones. No se pueden deteriorar en exceso las relaciones de cara a un futuro no muy lejano. Ha de asumir una posición dura, cómo no, y lo habrá hecho con sincera indignación, pero también calculando la imposibilidad de dar salida mediante un gobierno encabezado por el PSOE a medio plazo.
De la misma manera entiendo el enfado de Rajoy, que habla de una eventual moción de censura como algo que "produce un daño incalculable a la imagen de España, a su crédito y a sus posibilidades". Hay quien le ha reprochado identificarse a sí mismo o a su partido con España, pero creo que de lo que habla es precisamente de que una moción de censura pondría en riesgo la posibilidad de acuerdo de PP y PSOE en un futuro y que cerrar esa vía generaría mucho miedo en "los mercados" y la Troika. Al fin y al cabo es una receta a la que ya han forzado a Grecia o Italia, y a la que sin duda forzarán allí donde haga falta, en aras de la estabilidad. Y más si los números impiden prácticamente cualquier alternativa. La duda es: ¿veremos el gobierno de concentración antes de terminar la legislatura o será lo que marque la campaña de las elecciones de 2015?
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