Comparto la idea, muy extendida, de que es necesaria una gran alianza en el ámbito social y en el político que afronte de manera estratégica y conjunta la extensión de las luchas sociales, de las alternativas de contrapoder desde abajo, y la batalla institucional. No me detendré en desarrollar este argumento, porque se ha escrito muchísimo al respecto. Y tampoco me entretendré mucho en explicar por qué, en el plano de la política institucional (aunque con evidentes repercusiones en todo el proceso de acumulación de fuerzas), me parece crucial la cita de las elecciones europeas. Ayer escribieron bien sobre ello.
Partiendo de esas premisas, que si queréis podemos discutir en otro momento, intentaré hacer una aportación metodológica para contribuir a llevar a buen puerto el asunto.
Pactar un espacio de encuentro
Existe un enorme maremágnum de declaraciones, llamamientos, convocatorias, procesos, nuevos espacios ciudadanos, movimientos asamblearios, reuniones entre partidos o entre partidos y otros actores, etc. Todos llamamos a la unidad, pero sin sumarnos al llamamiento anterior. ¿Esto ocurre porque seamos así de idiotas o porque tenemos sordera? Pues no es tan simple la cosa: hay legítimas diferencias de fondo y de forma, comprensibles recelos sobre las verdaderas intenciones de cada cual, muchas prisas y también dudas sobre cómo avanzar sin dar pasos en falso. Superar las lacras del pasado no es algo tan sencillo como manifestar la voluntad de que ello suceda.
Pero, lógicamente, todo esto se está percibiendo desde fuera con muchísimo "ruido". Toda la gente que, con buena voluntad, quiere sumar su granito de arena a un frente común, no sabe dónde acudir. Es necesario, por tanto, que se clarifique cuanto antes un espacio de encuentro, en el que al menos se analicen los puntos de coincidencia y se estudien las bases de un posible porceso conjunto. IU
es un actor privilegiado, aunque no el único, por su peso específico y su implantación territorial
para tener interlocución con todas las experiencias, encuentros, manifiestos,
etc. que han surgido por todas partes. Eso no quiere decir que deba tener mayor protagonismo, sino que le obliga a una mayor responsabilidad y altura de miras. No se trata de que IU pretenda sumar a todo el mundo a su espacio, sino que es necesario pactar una fórmula que permita a cada cual sumarse a un
llamamiento más amplio desde su propia experiencia y aportando su bagaje. Es
decir, no se trata de disolver el Frente Cívico, ni las Mesas de Convergencia,
ni desconvocar los encuentros de activistas y organizaciones que hay en muchos
territorios. Se trata de acordar con todos esos espacios cómo debería ser un
llamamiento (contenidos, forma) y quién debería protagonizarlo (representantes de organizaciones / activistas independientes / gente de la cultura, etc.) para que muestren su visto bueno y contribuyan a difundirlo.
Esto, que ya es
de por sí complejo, se complica aún más con la necesidad de implicar a
organizaciones políticas. IU también tiene una posición privilegiada en algunos
casos, por la existencia de acuerdos con algunas fuerzas (Anova, Batzarre, CHA, ICV, etc.) a nivel territorial.
Pero tiene a su vez especiales dificultades para entenderse con otras,
especialmente aquellas que proceden de IU o en las que participan personas que
han estado en IU recientemente. Como es lógico, cuando alguien ha dado el paso de abandonar una organización es porque tiene serias dudas sobre ese proyecto o la gente que lo compone. Por tanto, solo las garantías
de un proceso verdaderamente abierto y, sobre todo, un éxito importante de la
convergencia en el plano social, les pueden llevar a dejar a un lado sus
recelos, siempre y cuando no haya otros motivos de fondo que impidan el acuerdo sea cual sea el proceso propuesto.
Pactar un proceso
Como digo, la manera en la que se articule el proceso puede ser lo que determine que las resistencias existentes desaparezcan y se genere un marco de trabajo cordial, sincero y con un clima de confianza. El proceso de
concreción de la convergencia hacia las europeas tiene cuatro patas:
- El debate programático
- La confección de candidaturas
- La movilización electoral
- La gestión administrativa
En todas ellas
hay que combinar máxima apertura y participación con reservar un papel para las
organizaciones. Es decir, no debe haber diferencias entre las posibilidades de
participación de militantes de IU u otras opciones con respecto a cualquier
persona sin adscripción que quiera sumarse al proceso. Pero a su vez, tampoco
se trata de que las organizaciones que quieran participar como tales se diluyan
absolutamente o se reniegue de ellas.
1. El debate programático: Creo que en ello no debería
haber demasiado problema. Habrá puntos conflictivos, pero no creo que hagan
saltar por los aires el asunto. Hay unas bases muy amplias sobre las que
comenzar a trabajar. Sería necesario que, fruto de los contactos previos para
realizar el llamamiento (o incluso reflejado en el propio llamamiento) hubiera
un documento extremadamente básico que sirviera de base para el debate
programático. A partir de él hay que combinar la celebración de encuentros,
asambleas, foros de debate, etc. con la participación a través de internet (no
un formulario, sino una herramienta potente; en el entorno del 15M se están
desarrollando cosas muy chulas de las que hay que aprender). Lógicamente tanto colectivos como particulares tendrán la posibilidad de aportar sus propuestas, confiando en la sensatez de cada cual: cuanto más queramos descender al detalle o imponer visiones totalizadoras, más fácilmente surgirán conflictos. La base del programa debe ser lo que tenemos en común en la calle.
2. La confección de candidaturas: Debe articularse un proceso alejado del modelo de “mesa camilla” en el que unas pocas personas por arriba acuerdan algo aceptable para los colectivos participantes, pero sin implicación de la ciudadanía en general. Aunque lo veamos como el final del proceso, de la experiencia de IU en Valladolid he sacado que el hecho de garantizar que las candidaturas se
elijan de forma abierta y participativa asegura más éxito en el resto del
proceso, porque aporta sinceridad al mismo, la gente se lo cree más porque ve
que no hay un ámbito intocable que se va a decidir “por arriba”. Algunas
posibles normas para hacer este proceso de una manera sensata:
- Cualquier persona puede ser candidata: es decir, sin limitaciones a priori, cualquiera puede presentarse.
- Propuestas desde organizaciones o particulares: la propuesta de nombres, puede proceder de organizaciones que formalmente “lancen” a posibles candidatos/as o de un grupo de particulares. Perfectamente las organizaciones pueden proponer a personas que no pertenezcan a las mismas, y a su vez grupos de particulares de una organización pueden proponer a alguien sin refrendo oficial de su organización.
- Apoyos reforzados: hay que buscar fórmulas que garanticen cierto apoyo social o consenso entre las personas que optan a ser candidatas. Para ello, si la propuesta viene de particulares, se exigirá un número de apoyos suficientemente alto para evitar candidaturas personalistas sin apoyo social, pero suficientemente bajo como para que no sea necesario tener una organización detrás[1]. Si la propuesta viene de organizaciones, se puede exigir el apoyo de más de una de ellas, para evitar que la candidatura final sea una mera suma de cuotas de colectivos, en la que cada cual pone al suyo con independencia de lo que le parezca al resto.
- Primarias: la elección de la candidatura se realizaría en primarias, para las cuales se abriría un censo específico durante un plazo determinado, al cual se apuntarían todas aquellas personas interesadas en participar. Se podría regular la forma de que las personas que forman parte de aquellas organizaciones que se adhieran al proceso, pasaran a estar en dicho censo. Pero hay que regular bien la manera de hacer esto con garantías. En caso de que no sea viable, cada organización animaría a su afiliación a incorporarse al censo.
- Votación: Se puede optar por elegir de manera separada a la persona que encabeza o al conjunto de la candidatura. En el segundo caso, se votarían 27 nombres masculinos y 27 femeninos (se eligen 54 escaños) y se formaría una lista cremallera por estricto orden de votación, salvo que alguna persona renunciara a su puesto o prefiriera ir más abajo[2]. En la votación se combinarán fórmulas de voto presencial y voto telemático, si fuera posible técnicamente.
- Campaña electoral de las primarias: debe regularse tratando de garantizar que las personas que formen parte del censo tengan información suficiente y en la misma proporción por parte de todas las personas candidatas. También se podrá regular el acceso a medios de comunicación, para que sea equitativo[3]. Para ello, se deberán garantizar ciertos medios a disposición de cualquier persona candidata: blogs iguales, envío de cartas o correos, organización de debates, etc.
3. La
movilización electoral: Al margen de generar hitos importantes, como la
discusión y aprobación del programa, o la elección de la candidatura, este
proceso debe ser fundamentalmente de movilización social. No en el sentido de
manifestaciones o protestas (que vendrán por sí solas y habrá que estar), sino
en el sentido de activación de base social. Sería enormemente positivo
constituir mesas locales, o a nivel de barrio incluso, al estilo de los comités
AntiOTAN o de los nodos locales que se articulan para campañas sociales. Deben
ser puntos de encuentro de activistas, espacios muy abiertos donde aprovechar
el dinamismo e ideas que salgan desde abajo, que tenga un gran componente de "hazlo tú mismo/a y a tu manera". Debe servir para colaborar en las
fases del proceso que exigen cierta homogeneidad (fundamentalmente las
votaciones), pero sobre todo para generar red social que lleve posteriormente
la campaña electoral a cada rincón.
4. La gestión administrativa: Todo esto tiene por detrás un
trasfondo burocrático enorme y bastante complejo:
- Para la fase previa de conformación del proceso exige tomar decisiones de mucho calado y “feas” de hablar, como por ejemplo, si esto se articularía como una coalición de partidos, como una agrupación de electores u otra fórmula. Ello debe debatirse con reposo, teniendo en cuenta factores prácticos (reconocimiento por Junta Electoral Central, espacios televisivos, mailing, denominación en candidaturas, etc.) pero sin olvidar el carácter político y estratégico de algunas decisiones. Por ejemplo, parece claro que una fórmula de agrupación de electores le da cierta frescura y permite además una fase de movilización previa (recogida de firmas) que activa a mucha base social; pero a su vez genera complicaciones prácticas como las señaladas antes. Por otra parte, mantener la denominación IU o la de otras organizaciones puede contribuir a que sea reconocible, y a mantener el tirón de algunas “marcas”, pero a su vez complica presentarlo como algo nuevo y puede retraer a participar en el proceso o a votar a ciertos sectores.
- Para la gestión posterior hay temas aún más espinosos. Cómo y quién gestiona todas las cuentas de la campaña, cómo se van a gestionar los eventuales ingresos posteriores, etc. Todo ello debe quedar suficientemente claro para evitar disgustos posteriores.
[1]
El número debería ser más exigente para las candidaturas a encabezar la lista,
en caso de que se voten por separado.
[2]
Hay personas que pueden acceder a formar parte de la candidatura, pero no a ir
en puestos “de salida”.
[3]
No se podrá evitar el hecho de que articulistas muestren su opinión, o que
particulares monten un blog de apoyo, porque es imposible controlar todo y no
se puede limitar la libre expresión. Pero sí se puede exigir que la comisión
que organice las primarias sea la que articule la relación de las personas
candidatas con los medios, para garantizar igualdad. En Valladolid conseguimos
que fuera así.
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